Otra victoria que hay que destacar -este 25 de octubre- de manera importante, en el continente y el mundo, es el triunfo del plebiscito en Chile por una nueva Constitución Política. Victoria que es resultado de una sangrienta pelea donde destacaron el papel de la juventud proletaria, las masas estudiantiles e indígenas mapuches, y otros sectores populares, que han exigido cambios en los regímenes heredados de la dictadura militar que encabezará el célebre criminal Augusto Pinochet, peón de la oligarquía chilena y subordinado del imperialismo estadounidense.

   Chile, desde la dictadura fascista de Pinochet, 1973-1990, implantada por el golpe de Estado patrocinado por EE.UU., contra el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende, fue el laboratorio del neoliberalismo a nivel mundial, y se instaló con el más abierto terrorismo de Estado contra el proletariado para garantizar una nueva acumulación de capital, que estos iban perdiendo después de la crisis económica de esos años.

   El Estado chileno formalmente abandonó la conducción militar en 1990, para dar paso a una forma civil que hasta hoy ha gobernado, pero que se ha regido por la misma Constitución Política impuesta a punta de fuego en 1980, cuya naturaleza de clase, profundamente oligárquica y proimperialista, mostró el rostro decadente y descompuesto del capitalismo, que llevó a la ruina humana a la inmensa mayoría de los trabajadores chilenos, y generó pingues ganancias a los monopolios. La Constitución neoliberal chilena que regía desde ese entonces, defendida por los fascistas y demás fuerzas de la derecha y oportunistas, había privatizado todo.

   El Sr. Piñera, gobierna por segunda ocasión Chile, es un viejo neoliberal pinochetista, y se ha caracterizado por ser un buen gerente del Estado de los patrones, pero un repudiado gobernante por las masas, pues ha satisfecho los caprichos burgueses de su clase y recurrido a la brutalidad, la mentira y el empobrecimiento del pueblo, incapaz de atender las necesidades más elementales de las masas. Este personaje y la oligarquía maniobraron con su pandemia y la crisis para intentar hacer fracasar el plebiscito, buscando la más baja participación por el miedo al contagio y por la violencia de “grupos minoritarios”, enjuagándose las manos de la sangre que ha derramado, llamando a la “unidad y paz” por Chile. El plebiscito también fue un rechazo contundente a Piñera y todo el capitalismo chileno.

   El régimen chileno ha maniobrado, con el oportunismo y la socialdemocracia, para desactivar la movilización, y contenido popular de la lucha por una nueva Constitución, desde que esta exigencia creció, frente a su contundente derrota con el resultado de la consulta, ahora buscarán obstaculizar, desgastar y remendar su vieja Constitución neoliberal, o preparar un nuevo escenario golpista de ver perdidos sus privilegios de clase.

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Por PCMML

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