Los orígenes de la pobreza se remontan a siglos de sumisión y explotación. En México cabe recordar que sucesos históricos tan importantes como la revolución de 1910 tuvieron un amplio movimiento campesino organizado. A partir de los 70’s, el campo no solo quedó devastado por la industrialización y la revolución verde, sino que es expuesto al libre mercado internacional con las reformas neoliberales que se materializaron en la privatización del ejido y comunidades agrarias. Los niveles de pobreza en los deciles más bajos del país se encuentran en el campo, en donde las políticas para el desarrollo y contra el hambre no surten efecto puesto que una parte beneficia al narcotráfico y porque no toman en cuenta las condiciones semideserticas propias de nuestro relieve mexicano y porque no llegan directamente a las comunidades. Sin contar que los pueblos originarios son discriminados en todo sentido, por una cultura de “orden y progreso” aplicada por siglos en el país y por una disimulada ley de autodeterminación de los pueblos que los intereses empresariales no buscan respetar. Y con toda lógica el gobierno desea mantener la pobreza en el país -con metralleta en mano- y por tanto más migrantes, pues la industrialización tardía mexicana requiere de un amplio ejército de reserva y de insumos agropecuarios baratos, a precios irrisorios por debajo del costo de producción de la agricultura convencional. Pese a ello, la cadena de la pobreza en el campo, y la destrucción permanente del campesino pobre genera dos fenómenos peculiares de los pueblos latinoamericanos: por un lado, extiende la pobreza a otros sectores de la población (pues un abandono permanente de la pequeña producción genera desabasto de la canasta básica que es aprovechado con la importación a precios de los monopolios de granos y ganado, elevando aún más la inflación) y por otro lado la organización histórica por la revolución.

Tomado del Vanguardia proletaria No. 523 del 1 al 15 de marzo de 2018.

 

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Por PCMML

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