Después de la crisis económica 2007-2009, que azotó el mundo capitalista la fascistización adoptó sus propias modalidades, en 2009 se da el primer “golpe parlamentario” en Honduras, contra su Presidente Manuel Zelaya, frente a los intentos de convocar a una Asamblea Constituyente; en 2012 el Presidente de Paraguay Fernando Lugo, fue destituido por el parlamento por un juicio político, frente al intento de hacer; reformas constitucionales; en 2016 Dilma Rousseff Presidente Brasil, fue destituida y posteriormente Lula da Silva fue encarcelado para impedir su participación en las elecciones presidenciales y recientemente las fuerzas armadas obligaron a Evo Morales a dejar la presidencia de su país y refugiarse en el extranjero, después de un intento de reelegirse. Estos son ejemplos de las formas que ha adoptado en América Latina y el Caribe el nuevo fascismo que están instrumentando el imperialismo particularmente el estadounidense y las oligarquías financieras del continente.
La pasada crisis económica y las secuelas de agudo debilitamiento y estancamiento económico que ha dejado, han condenado al sistema capitalista-imperialista a una nueva crisis económica que en cualquier momento puede estallar y que ha puesto en alerta máxima a los dueños de los monopolios del capital, que han instrumentado medidas más agresivas para tratar de impedirla, y lo más que pueden hacer es posponerla descargándola sobre la humanidad del proletariado. Para hacerlo ya no les ha bastado el uso de su cada vez más desacreditada democracia, sino la violencia reaccionaria abierta y encubierta, desarrollada desde las fuerzas armadas y la delincuencia organizada que se ha convertido en brazo paramilitar del Estado y la burguesía, para imponer sus medidas lacerantes.
Frente a ello las masas proletarias han estallado paros y huelgas generales que muestran la intensificación de su lucha contra más de 36 años de neoliberalismo, el hartazgo, la gravedad del daño que les han acusado y la capacidad que pueden desarrollar para enfrentarlo organizada y combativamente para detenerlo y hasta destruirlo. Esto ha encendido las alertas del imperialismo y las oligarquías locales que han desplegado una ofensiva para inhibir y destruir la organización proletaria profundizando las medidas de fuerza, de terror y violencia hasta el logro de sus objetivos parasitarios y explotadores.
Los ya conocidos regímenes neoliberales en Colombia, Perú, Panamá, Chile, que están convertidos en punta de lanza de las políticas del imperialismo norteamericano, viles subordinados de este y los que se han sumado – después de la derrota de los gobiernos llamados progresistas, en Ecuador, Brasil, y Bolivia, buscan recuperar el mercado para los EU, frente a sus rivales, chinos y rusos que han incursionado en su dominio buscando disputarse Venezuela, Cuba, Nicaragua, México y Argentina para cambiar la correlación de fuerzas a su favor. En ese sentido se ha desplegado una lucha interimperialista intensa, un proceso de fascistización profundo que las masas proletarias tienen que enfrentar confiando en su propia fuerza y organización (su Partido marxista leninista), no confiar en el reformismo, el oportunismo, la socialdemocracia, que ya han demostrad que solo sirven a la pequeña burguesía, la burguesía y el imperialismo que solo los utiliza para sostener el sistema de explotación asalariada y lo que se necesita es la transformar revolucionaria proletaria e implantar el socialismo científico.