Se ha cerrado una etapa de la guerra promovida por el imperialismo norteamericano en la que por 20 años se emplearon 6.5 billones de dólares, más de 100 mil soldados y se dejó un país arrasado con 167 mil afganos muertos. Ahora la disputa por el país crece entre los bloques imperialistas, mientras el pueblo afgano debe luchar por su autodeterminación.

    La situación que atraviesa Afganistán retrata nuevamente la descomposición y el atraso que trae el sistema capitalista-imperialista. Ahí mientras la llegada al poder de los Talibanes genera que miles de personas buscan dejar a toda costa su país, cayendo incluso de aviones en movimiento por intentar abordarlos, los bloques imperialistas ajustan sus piezas y definen la forma más adecuada de garantizar sus negocios.

     La disputa por Afganistán está llena de contradicciones y eslabones que encadenan al pueblo, le tapan los ojos para que no mire los tiempos de libertades y derechos sociales que trajo la revolución de 1978, combatida a toda costa por el imperialismo norteamericano y sus aliados sauditas, a través de organizaciones como el Talibán que fomentaron el nacionalismo y la religión para fortalecer la contrarrevolución.

    Esta organización altamente conservadora y reaccionaria que hoy busca retomar el control total del país ha sido una herramienta del imperialismo que, por su propia fuerza adquirida, su ideología y descomposición en distintos momentos se ha puesto en contra y a favor de los intereses norteamericanos. Ahora busca garantizar su poder total mediante pactos y disputas, inclinándose (por el momento) principalmente hacia el bloque imperialista chino-ruso. 

     En la disputa geopolítica la posición de China y Rusia también demuestra que no existe un imperialismo democrático, aliado de los pueblos, sus posturas exhiben que incluso están dispuestos a levantar la bandera del Talibán para que sus capitales entren en una nación que representa un alto interés en minerales y en la producción de materias primas y precursores de la heroína.

     La salida de EE.UU., de Afganistán se ha tratado de equiparar a sus derrotas en países como Vietnam y Cuba, pero un escenario muy distinto se desenvuelve en este país, pues no se trata de una lucha democrática, revolucionaria o de autodeterminación emanada del pueblo, por el contrario, se trata de sectores mercenarios que buscan tomar estos ideales para reforzar su influencia en las masas y garantizar el control más reaccionario y fascista sobre la clase obrera y los pueblos.

     Si bien la salida de EE.UU., evidencia la pérdida gradual de su hegemonía imperialista, en el mundo, tampoco se trata de una derrota total de ellos, basta recordar que previo a su salida hubo reuniones de los talibanes con el gobierno de Trump en el que se pactaron términos para la entrega del poder. Es, por lo tanto, un nuevo reacomodo de fuerzas en el que el pueblo afgano debe encontrar la perspectiva de la Revolución Proletaria.

     Para los comunistas los sucesos de Afganistán nos dejan tareas claras, debemos desenmascarar a los bloques imperialistas, reivindicar la solidaridad internacionalista por el derecho a la autodeterminación del pueblo afgano, en contra de cualquier acuerdo de los distintos países con el régimen Talibán y seguir empujando la lucha contra la guerra y la intervención imperialista.

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Por PCMML

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