La ciencia resulta de interés para el capital por los elementos que aporta para la producción orientada a la ganancia y para el control social; de ahí que oriente la investigación en función de lo anterior, convirtiendo a quienes se dedican a la actividad científica en las instituciones oficiales en sus servidores asalariados.

Por otra parte, el control sobre los “intelectuales” ha sido un elemento central del control ideológico. Dispersando recursos económicos se compran conciencias de “pensadores” que en calidad de mercenarios construyen discursos que desde los diversos espacios formalmente académicos y desde las distintas disciplinas, sirven al capital y buscan legitimar al orden social. Estos “científicos” se convierten en lacayos de la clase dominante recibiendo por ello las prebendas que les otorga el régimen. Repiten las tesis y los dogmas de la ideología dominante, accediendo así al confortable modo de vida burgués; acumulan grados, becas, reconocimientos, premios y estímulos varios por cacarear a favor del sistema y silenciar toda crítica real. Aparentando rigurosidad y formalidad en sus originales y muy lucidas investigaciones, en realidad no son sino grandes charlatanes que se limitan, en el mejor de los casos, a repetir acríticamente lo ya dicho por otros.

Muchos de estos grandes intelectuales inscritos en la ciencia oficial son también expresión de la descomposición social. Hacen suyas las prácticas más notables de la corrupción imperante que es inherente al propio modo de producción capitalista. La corrupción constituye una de las formas en que la burguesía ejerce su control sobre el aparato estatal y no es ajena a ninguna de las instituciones del Estado.

Sin embargo, frente a este escenario de dominio del idealismo filosófico, de la degeneración de la ciencia burguesa y del control de la ideología burguesa desde su Estado, está la actividad critica, honesta y materialista de científicos, académicos e intelectuales, que en la teoría como en la práctica descubren y luchan por plantear las verdaderas soluciones a los problemas del capitalismo, exhibiendo y denunciando su naturaleza depredadora y criminal venciendo la censura y la persecución por las evidencias de su trabajo. Este esfuerzo se le ha golpeado y marginado, pero se sigue abriendo paso venciendo las dificultades en la medida que también la lucha de clases va despejando el camino para ello.

En el caso del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), en las últimas décadas sus recursos se han destinado mayoritariamente a proyectos de investigación que responden al interés del capital y que se desarrollan en muchos de los casos en instituciones privadas. Además, muchos de los recursos se han desviado hacia actividades ajenas a cualquier tipo investigación, interviniendo en ello miembros de las instituciones académicas sometidos al proceso de descomposición que permea todos los ámbitos de la vida social. Es así como el llamado Foro Consultivo Científico y Tecnológico fue utilizado por un grupo de académicos para beneficiarse durante 17 años de fondos públicos del CONACYT. Ello es sólo un ejemplo de prácticas ampliamente extendidas en los espacios donde se administran los recursos del Estado. A la defensa del Foro se aprestan personajes como el rector de la UNAM y la jefa de gobierno de la Ciudad de México. No podría ser de otra forma pues se han beneficiado de las prácticas que prevalecen en las mismas instituciones académicas sometidas al interés del capital.

Sólo en una estructura económica constituida sobre la propiedad social de los medios de producción se desarrollará la ciencia como actividad revolucionaria. Teniendo como base al materialismo dialéctico, el trabajo científico será ajeno a los elementos grotescos que ahora le son propios; se avanzará entonces en la comprensión y transformación consciente de la realidad concreta de acuerdo con el interés del género humano.

¡Proletarios de todos los países, uníos! 

Partido Comunista de México (marxista-leninista)

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Por PCMML

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