Apenas un día antes, el gobierno mexicano por medio del Canciller Marcelo Ebrard, había dicho que no veía necesario que Estados Unidos calificara a los narcotraficantes mexicanos de terroristas porque estaban trabajando juntos. Ahora con la petición de los caciques religiosos de la familia LeBaron, se tiene el pretexto mediático.
El legislador republicano Chip Roy había expresado abiertamente: “Estados Unidos ya no puede permitirse el lujo de quedarse de brazos cruzados mientras nuestros amigos en México están siendo invadidos. Nuestro patio trasero está en llamas. Es hora de que agarremos la manguera contra incendios” (Forbes. 07-11-19), reiterando la caracterización de dependencia mexicana frente al imperialismo.
Donald Trump ha declarado que lleva tres meses trabajando en la definición de grupos de narcotraficantes como terroristas. La gravedad de la declaración consiste en que, según las leyes norteamericanas, se podría intervenir militarmente en México para “combatir” esta amenaza.
En este tema como en el de migración, la postura de López Obrador ha sido sumisa, con declaraciones simplonas, generales y evasivas sobre el respeto por la autodeterminación y soberanía, pero en los hechos plegándose a las exigencias de Washington.
Sobre los trabajadores migrantes, sobre todo centroamericanos, que pasan por territorio mexicano para llegar a EEUU, se han acatado las exigencias de Trump, destinando recursos económicos para programas que frenen la migración, pero lo más grave ha sido la criminalización de los trabajadores sin papeles con la Guardia Nacional, que los ha reprimido, detenido, deportado y mantiene en acecho a centros de apoyo para migrantes. Si sigue la misma tónica, no tardará el gobierno de AMLO en abrir las puestas para la intervención gringa, como ya lo hizo con los agentes del FBI y la DEA, que abiertamente están investigando los asesinatos de los LeBaron y operan en el país, para supuestamente “seguir delincuentes”.
Se muestra cada vez más el carácter servil del gobierno a la oligarquía y al imperialismo en esta cuestión, igual como ha sucedido en los temas de los megaproyectos, el extractivismo y toda la política económica. Los proletarios y los pueblos de México no podemos guardar esperanzas de resolver en este régimen nuestros problemas, defender nuestros derechos laborales, recursos naturales ni soberanía nacional; todo eso tiene que ser obra de nosotros mismos.