Han transcurrido 24 años de la insurrección armada que atrajo la mirada del mundo hacia el sureste mexicano y atestiguar las pobres condiciones de miseria y muerte en que viven millones de indígenas. A pesar del impacto mediático mundial, cientos de combatientes muertos, miles de desplazados de sus comunidades, cuantiosos recursos derramados para simular el combate a la marginación y la pobreza, las condiciones de vida, trabajo, educación, vivienda y salud, están peor que antes del levantamiento.
Desde 1994, Chiapas ha sido laboratorio político donde se experimentan métodos de contención y contrainsurgencia, puestos posteriormente en práctica en entidades de la República donde el descontento popular pone en riesgo el estado de derecho burgués.
Candidaturas de personajes que “reniegan” de sus partidos convirtiéndose de la noche a la mañana en “redentores del pueblo”, cooptación de dirigentes para integrarlos al aparato gubernamental, creación y protección de bandas paramilitares para provocar a comunidades “rebeldes”, migajas de los programas paternalistas, han sido conjugadas con represión masiva y selectiva, encarcelamiento y asesinato de luchadores sociales para imponer las políticas neoliberales.
El pueblo chiapaneco, no ha cruzado los brazos ni agachado la cerviz ante la aplicación de las reformas estructurales. Por el contrario, diariamente se desarrollan movilizaciones que cuestionan la entrega del territorio a empresas transnacionales, la corrupción de las autoridades, privatización de los servicios públicos, aplicación de impuestos, violación de derechos y libertades políticas.
En este escenario de lucha y de explosividad social se realizará el proceso electoral 2018. Los recientes acontecimientos de violencia y terror paramilitar, la persecución y detención de dirigentes sindicales, el rechazo popular a la Ley de Seguridad Interior, auguran una jornada de pronósticos reservados.
Los combates contra las políticas neoliberales han elevado las formas de lucha y organización de los explotados, quienes han comprendido que las cosas no cambiarán con la sustitución de siglas en el gobierno y que se requiere un cambio en el régimen político y económico en favor del pueblo. Sin embargo, hace falta la visión histórica orientada a la emancipación como clase explotada, a la construcción de instrumentos organizativos para la toma del poder. Aquí estamos los comunistas para escribir esta nueva página de la historia de Chiapas.
Este artículo es parte del Vanguardia proletaria No. 520 del 15 al 31 de enero de 2018.