Aunque hubo otros acontecimientos importantes en la vida de Marx en marzo, su fallecimiento en esa fecha nos recuerda que su trabajo no finalizó con su muerte, pues a través de Engels primeramente y luego por todos los revolucionarios proletarios, este trabajó para llevar a un mejor modo de vida continua hasta la actualidad.

Aunque no es tan mencionado, la vida de Marx estuvo marcada por duros acontecimientos, a los cuales siempre se sobrepuso por continuar con su trabajo. Los últimos meses no fueron la excepción.

El 2 de diciembre de 1881, tras una larga enfermedad, moría Jenny Marx, su esposa, quien en sus últimos días, sobreponiéndose al doloroso cáncer, trataba de dar ánimos a los que la rodeaban. Ya sin una esperanza de recuperación, hizo una última visita a sus hijas, visita que acarrearía un padecimiento a Carlos, padecimiento del cual apenas se sintió mejor, lo primero que hizo fue visitar la habitación de su esposa. Tan grande era este amor y tan grande fue el dolor que sintió Carlos con su partida. “Hasta en las últimas horas, no luchó con la muerte, fue quedándose dulcemente dormida, y hasta los ojos parecían más grandes, más hermosos y más resplandecientes que nunca.” escribiría Carlos Marx.

Lo único que le ató a la vida después de esto, era continuar con su trabajo, esa obra que ofrend para el mundo y con todo intentóo luchar contra su enfermedad. Los médicos lo mandaron primero a Ventnor, en la isla de Wight, luego a Argelia, donde llegó el 20 de febrero de 1882 con una pleuresía que le dio por el frio del viaje. El 2 de mayo llegó a Montecarlo, nuevamente atacado por la pleuresía, encontrando siempre mal tiempo que lo empeoraría.

Se recuperaría temporalmente al visitar a sus hijas, mejorando incluso de su bronquitis crónica y al volver a Londres en septiembre, tenía más fuerzas. Él tenía la esperanza de poder volver a su trabajo, pero la llegada del invierno lo golpearía nuevamente.

El 11 de enero de 1883 recibiría el golpe definitivo, la muerte de su hija Jenny. Marx retornaría a Londres con una fuerte bronquitis y la laringe inflamada; en febrero se le presentó un absceso en el pulmón y el medicamento parecía ya no tener efecto en su debilitado organismo.

El 14 de marzo de 1883, durmiendo, se vino su muerte, tranquilamente y sin dolores.

“El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador viviente. Apenas le habías dejado solo dos minutos, cuando al volver le encontramos serenamente dormido en su sillón, pero para siempre… …Este hombre muere venerado, amado, llorado por millones de obreros revolucionarios como él, sembrados por todo el orbe, desde las minas de Siberia hasta la punta de California… Su nombre vivirá a lo largo de los siglos, y con su nombre, su obra.” Federico Engels.

 

Tomado del Vanguardia proletaria No. 523 del 1 al 15 de marzo de 2018.

 

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Por PCMML

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