La dimensión internacional fue un aspecto fundamental en la lucha de los comunistas desde el comienzo de la formación del pensamiento científico socialista a mediados del siglo XIX. Esta dimensión no era una expresión de una tendencia moral / humanista como lo era el socialismo utópico, que puso de relieve la unidad de los oprimidos y de sus aspiraciones a una sociedad humana y justa.

Junto con Marx, Engels y el movimiento comunista se convirtió en una tarea práctica y militante que se estaba llevando a cabo. El concepto del partido de la clase obrera que solo se cristalizó posteriormente, inicialmente significó que el marco internacional que trascendía los límites establecidos por la burguesía dentro del marco del mercado como un espacio nacional, fue superado por sus propios intereses para vincular ese mercado al comercio mundial como espacio de circulación de capitales, tanto en la etapa mercantil y posteriormente en la fase monopólica.

El concepto de la clase obrera se basaba en la universalidad de la misma, no como un horizonte y aspiración sino como una realidad concreta. El capitalismo trascendió históricamente al sistema de servidumbre, el mismo que no creó un marco social y económico unificado para los siervos, los campesinos pequeños y pobres que estuvieron dispersos durante siglos. El capitalismo industrial generó las condiciones para la unificación de los trabajadores que crecen permanentemente en cada uno de los países así como en todos los países capitalistas emergentes de Europa. En este marco, Marx y Engels señalaron que la clase obrera es de carácter general; una “clase europea”, en la medida en que el capitalismo se iba consolidando como el modo de producción dominante en Europa occidental y luego,  en su expansión y extensión hacia Europa del Este y América del Norte. Esta extensión incluye en la actualidad a todo el mundo, que de manera gradual se ha integrado al sistema de producción capitalista. Al mismo tiempo, las empresas de producción capitalistas son centros proletarios y también son centros de conciencia de esta nueva clase social que comenzó a vincularse orgánicamente con el pensamiento socialista y comunista. Marx y Engels iniciaron la redacción del Manifiesto Comunista, con la famosa frase “Un fantasma aterroriza a la vieja Europa, el fantasma del comunismo”, que refleja y resume la realidad de las transformaciones que comenzaron a encarnar en la conciencia y la práctica de la nueva clase que surgió sobre la faz de la tierra como un nuevo protagonista que tiene la tarea de direccionar la historia de la humanidad por medio de la revolución social y que transformará las relaciones de producción, derrocará al capitalismo y cumplirá con las aspiraciones históricas de todos los oprimidos y explotados.

El capitalismo produjo el nacimiento de su sepulturero, el proletariado. Esta clase está obligada a proporcionar las condiciones necesarias para cavar la tumba de su enemigo de clase. Los fundadores del socialismo científico se dieron cuenta de que las dos condiciones fundamentales para el triunfo de la revolución socialista eran: el nivel de conciencia y la organización del proletariado. Conciencia de la clase obrera de sí misma y para sí misma, es decir, la conciencia de la situación de explotación en la que se desenvuelven y la necesidad de resolver los problemas que son causados por el sistema de división social, de apropiación de la propiedad y de explotación de la fuerza laboral en la sociedad. Esta conciencia conduce a la creación de los procesos organizativos y prácticos para resolver la contradicción entre el trabajo y el capital a favor de las clases trabajadoras en un complejo y largo proceso de lucha para consolidar las condiciones de transformación. La clase obrera planteó nuevas concepciones de interpretar el mundo y de organización social de acuerdo a sus condiciones de clase y en este marco surgieron los partidos de los trabajadores que reflejan esas ideas, y al mismo tiempo, establecieron nuevas formas de lucha desde una perspectiva de integración de las luchas de los distintos países en una causa mundial, lo cual significó el nacimiento del Internacionalismo Proletario.

La “Primera Internacional” fue fundada en 1864 y en esta primera instancia de coordinación internacional se analizó los fundamentos del Partido Comunista para organizar la lucha contra el capitalismo emergente en Europa principalmente. Si bien las circunstancias de represión (después del fracaso de la Comuna de París en 1871) y las diferencias entre sus integrantes, determinaron que esta experiencia se disolviera en 1873. Los comunistas continuaron y crearon un nuevo marco internacional, en la Segunda Internacional Socialista dirigida por Engels en 1889.

Sin embargo la Segunda Internacional se desintegró por la acción de algunos de sus integrantes por sus posiciones de derecha y reformistas, con las cuales pretendían que la Internacional apoyara las acciones de los regímenes capitalistas durante la primera guerra mundial traicionando los intereses de la clase obrera y principalmente la lucha de los bolcheviques. Posteriormente, los comunistas trabajaron por un nuevo marco por el cual los bolcheviques habían luchado por lograrlo desde 1912. Cuando la Internacional estableció sus posiciones antes de la guerra cambió su posición anterior sobre la guerra en el Congreso Extraordinario en Basilea (Suiza) y se revisaron las decisiones de la Conferencia de Stuttgart (1907), pidiendo el uso de la guerra para llevar a cabo revoluciones de los trabajadores por el socialismo y derrocar a la burguesía, para convertirse en la clase que asumía la tarea de “defender la patria y la nación”, es decir, para participar en la insurrección armada. Sin embargo algunos de estos sectores reformistas se ubican en la misma orilla de los capitalistas y estuvieron involucrados en el asesinato de trabajadores por parte de los capitalistas. Solo el partido Bolchevique, que puso en práctica las resoluciones del Congreso de Stuttgart, sobrevivió a la vergüenza de esta desviación. La vida y la experiencia confirmaron su integridad y estas concepciones y prácticas revolucionarias fueron la base para el establecimiento de la Internacional Comunista a principios de 1919 después de la victoria de la revolución en Rusia. El desarrollo de la situación en el mundo terminó en la disolución de la Internacional en 1943. Desde entonces, ha habido procesos de organización a nivel mundial, continental y por regiones con el propósito de coordinar la lucha y ponerse al servicio de la causa de la revolución en el mundo. Si bien la experiencia de la Internacional Comunista no se ha establecido, el trabajo continúa y se fortalece en varias latitudes a pesar de los escollos y dificultades que deben enfrentar los partidos comunistas.

 

  1. ¿Por qué la internacional?

 

No aportamos nada nuevo cuando hablamos de los motivos y antecedentes de la creación de la Internacional como marco para unificar acciones y esfuerzos por la causa de la clase obrera y la revolución socialista. Es cierto que las clases trabajadoras forman parte de cada uno de sus países de origen, desde sus propias condiciones y circunstancias. Sin embargo, esto no niega el hecho de que los trabajadores como clase y como parte del ejército de trabajadores y seres humanos pobres, tengan situaciones similares en muchos casos. Esta similitud se debe al hecho de que las leyes que gobiernan el desarrollo de la sociedad son las mismas y que las leyes que promulgan los capitalistas y los gobiernos que los representa en este sistema son las mismas. El capitalismo ha unido al mundo como un espacio único para el mercado, la inversión y la explotación. Es una clase unificada en términos de los antecedentes y objetivos que impulsa. Está en todas partes regido por la ley de ganancias máximas, como dijo Lenin.

El capitalismo en su era monopolista ha transformado el mundo en una aldea gobernada con los mismos intereses y objetivos. Las gigantes empresas capitalistas y las instituciones económicas y financieras del sistema, son instituciones globales que invierten y explotan en todo el mundo a través de sus sucursales distribuidas a nivel global en un mercado único capitalista. Estas condiciones, además de la unificación de los trabajadores a través de la similitud de sus circunstancias y sus demandas, también se unifican en las luchas y acciones que impulsan los trabajadores de cualquier país contra su común explotador que es el capitalista; además sus luchas no solo reivindican sus particulares intereses de clase sino que es una lucha amplia contra el sistema capitalista, independientemente de donde tenga lugar esa lucha. Para lograr victorias de distinta magnitud, la experiencia concreta confirma que las luchas particulares de los trabajadores de un país son similares a las luchas de los trabajadores de otros países si éstos pertenecen a una misma ramas de producción capitalista. Estas luchas, además de crear de forma espontánea una condición de solidaridad y mutuo apoyo, contribuyen de manera gradual a desarrollar el nivel de conciencia de los trabajadores y por ello, las luchas de los trabajadores en un solo país no tendrá éxito y no será victoriosa a menos que esté vinculada a la lucha de los trabajadores de otros países. Por lo tanto, la clase obrera es una clase de carácter mundial, universal e internacional, al igual que su explotación, que es universal y global. El esclarecimiento de esta tesis se desarrolló desde los inicios del surgimiento del pensamiento comunista por parte de Marx y Engels.

Si bien las experiencias antes mencionadas se desarrollaron a través de las tres Internacionales de partidos,  tuvieron mucho que ver los procesos de coordinación y comunicación posteriores a la Segunda Guerra Mundial (el Kominform, la revista “Theory and Practice” …), que jugaron un papel importante ;posteriormente luego de los acontecimientos que se dieron con la caída de la URSS y la desintegración final del campo oriental, se presentaron nuevas tareas para los comunistas, en situaciones caracterizadas por la unicidad  imperialista del mundo y el establecimiento de un orden capitalista globalizado en el que las ganancias sociales y políticas de los trabajadores y pueblos han disminuido y también por la ofensiva ideológica anticomunista que se intensificó en este contexto, lo cual condujo a una derrota de los partidos revolucionarios, del movimiento de liberación nacional y de todo el movimiento de clase y lucha social por el colapso total de los partidos revisionistas asociados a Moscú y Beijing.

Pero el entusiasmo del capitalismo globalizado por su supuesta victoria fue transitoria y circunstancial, puesto que la lucha de clases, pronto volvieron a expresarse en las potencias capitalistas y en los países dependientes. Tampoco tuvo un eco completo la idea de un “nuevo orden mundial” en el marco del sistema capitalista, al igual que la difundida tesis del ” fin de las ideologías” que planteaba el fin del socialismo “… No es sorprendente que las contradicciones insolubles que dividen el sistema capitalista mundial se hayan mantenido intactas, sino que se han  agravado como consencuencia de la intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo y por la extraordinaria acumulación de ganancias que ha generado el mayor empobrecimiento de las masas de trabajadores; las contradicciones del capitalismo a nivel local e internacional están empeorando, la contradicción del capital con el trabajo está en aumento debido a la creciente codicia del capital y el empobrecimiento sistemático de las clases trabajadoras  como un resultado inevitable de las contradicciones propias del capitalismo. La contradicción entre las grandes potencias capitalistas y los pueblos y naciones dependientes y oprimidas se ve exacerbada por las mismas características del capitalismo mencionadas anteriormente. Además, la lucha interimperialistas está en aumento por el dominio y el control del mundo. De hecho, el conflicto actual ha alcanzado grandes niveles entre los principales países y los grupos monopólicos que pugnan por aprovechar las capacidades y la riqueza de los pueblos.

El peligro de la guerra y los conflictos armados están empeorando en más de una parte del planeta. El mundo ahora enfrenta la carrera armamentista entre las potencias imperialistas que demuestran su poder bélico a expensas de los derechos de los pueblos y las clases explotadas a las cuales se les violenta sus derechos. Estas potencias tienen el propósito de continuar en estas acciones belicistas a fin de garantizar la mayor acumulación de riquezas para lo cual duplican sus presupuestos para las guerras y sus afanes hegemónicos.

Esta valoración no es subjetiva ni voluntarista. Es una descripción objetiva que incluso es reproducida por algunos expertos burgueses, periodistas e investigadores. Desde nuestras concepciones comunistas, el capitalismo solo trajo a la humanidad la barbarie, la destrucción, el hambre y la tragedia. Por lo tanto, el derrocamiento de este sistema es un proyecto justo e histórico, no solo porque responde a anhelos de los pueblos, sino por la profundidad de las contradicciones que son parte inherente del sistema capitalista, que terminará tarde o temprano por la derrota de este sistema. Esto es lo que queremos los trabajadores del mundo, y debemos trabajar porque los pueblos y naciones oprimidas estén a favor de una nueva sociedad, de una nueva era humana real en la que la sociedad entre en la historia, como dijo Marx: la historia real de la humanidad comenzará con la extinción de la explotación del hombre del hombre, con el socialismo,  con la instauración del comunismo, que eliminará por completo la explotación y la alienación, esta nueva fase de la humanidad superará lo vivido hasta aquí y las experiencias anteriores  quedarán en la memoria y en  el museo de Historia de la humanidad.

Definir la misión que debemos cumplir en esta etapa es una pequeña parte de nuestro proyecto. La cuestión principal para la izquierda revolucionaria es plantear los mecanismos y medios por los cuales se pueden alcanzar los objetivos de construcción del socialismo. La generación de la conciencia sobre la necesidad de derrocar al capitalismo es el primer paso, sin embargo un paso más importante ,es identificar cómo lograr esta conciencia, lo cual  plantea el problema de la organización que debe abordarse en sus dos dimensiones: la dimensión local relacionada con los problemas de lucha de un país y una dimensión internacional relacionada en cómo encontrar y desarrollar mecanismos y procesos para coordinar y profundizar la lucha de nuestros pueblos, esta coordinacipon debe servir al mismo tiempo a los objetivos revolucionarios en el ámbito local, nacional e internacional.

Tenemos la convicción del necesario vínculo orgánico entre las dos dimensiones, por lo tanto, no es correcto, en nuestra opinión, aislar las dos dimensiones entre sí. Los argumentos que confirman este principio son lo que ya hemos dicho sobre las características de la etapa histórica en la que vivimos, además de lo que ha sido confirmado por varias experiencias revolucionarias desde Marx y Engels hasta nuestros días. Se trata de la necesidad urgente de cualquier organización, movimiento, partido y de las distintas luchas que tienen lugar en el mundo por construir la solidaridad, las sinergias, el enfrentamiento a la ofensiva anticomunista, la organización de campañas conjuntas y el intercambio de experiencias. Esto es algo que vivimos todos los días en los diversos momentos de nuestra lucha.

En todos nuestros países, siempre procedemos a diagnosticar situaciones e identificar sus características, para que podamos determinar las misiones generales y especiales de la lucha. Diagnosticar la situación no tiene sentido sin vincular la situación local con la situación regional e internacional. La situación local en muchos aspectos es un reflejo y una correlación con la situación internacional. Estas condiciones internacionales se refieren a la situación del capital, los Estados y las instituciones, y la situación de la fuerza laboral, las clases y las luchas. El diagnóstico e identificación de características en su movimiento y cambio no es absurdo, pero es un proceso fundamental en nuestra comprensión y conciencia y desde nuestra práctica, y diagnosticamos la situación en la que prestamos atención a todas las manifestaciones, indicadores y elementos, ya sean útiles o dañinos. a nuestro movimiento y nuestra lucha local, y aquí entendemos exactamente el vínculo orgánico entre factores internos y externos. A través de la experiencia de la Primera Internacional, Marx argumentó que el marco de la lucha debe ser internacionalizado a través de los movimientos que estaban activos en Europa en particular, y Engels consideró que el surgimiento de organizaciones marxistas había creado una circunstancia más favorable para una organización global dedicada a la unidad, y desde la bancarrota de la Segunda Internacional en 1912, los bolcheviques volvieron a pensar y trabajar para la creación de la Internacional Comunista.

En el exilio, Lenin trabajó para este objetivo, especialmente después de que comenzó la guerra en 1914. Su convicción fue profunda en la importancia de crear un marco internacional de coordinación, primero para enfrentar la guerra y explotar sus condiciones y consecuencias para encender las revoluciones proletarias socialistas; segundo, para apoyar las posiciones revolucionarias y las luchas importantes de los rusos y los bolcheviques. Una de las primeras tareas propuestas para la implementación después de la victoria de la revolución fue la reorganización de la Tercera Internacional como marco necesario para el Movimiento Comunista, su partido victorioso y el Estado Socialista que se constituía como consecuencia de la victoria bolchevique. Hoy estamos profundamente convencidos de que los trabajadores, comunistas y revolucionarios del mundo no tenemos otra alternativa  que reactivar a la Internacional en las condiciones actuales de nuestro tiempo y frente al desarrollo del movimiento marxista leninista en el mundo para  beneficiarse de las experiencias pasadas de sus éxitos y realizaciones, y también tomar los aspectos negativos, los problemas y dificultades que se dieron en esos procesos para aprender y crear condiciones de éxito, progreso y victoria.

 

  1. Las experiencias pasadas son producto de sus contextos.

 

Es importante tomar en consideración que las experiencias internacionales pasadas son producto de condiciones históricas concretas, de hechos, desafíos y riesgos asociados con su contexto objetivo. Es cierto que el propósito general de todas las experiencias es contribuir con sus lecciones a crear las condiciones para la victoria de la revolución y el socialismo. Sin embargo, todas las experiencias anteriores terminaron en fracaso y decadencia bajo las circunstancias especiales del contexto sociopolítico en el cual surgieron. Hablar sobre el fracaso de las Internacionales comunistas no significa en absoluto que no contribuyeron en el desarrollo de las tareas de los partidos revolucionarios y también fueron experiencias que aportaron al desarrollo del movimiento comunista internacional.

Retomando la experiencia de la Primera Internacional, que duró de 1864 a 1873, se confirma que constituye un valioso aporte para el desarrollo del movimiento comunista internacional de esa época y proyectó su accionar en el escenario particular en que se organizó. Cuando Marx y Engels trabajaron en la reactivación de la Internacional Comunista, el socialismo científico era solo una corriente pequeña dentro de las demás corrientes socialistas de los trabajadores a mediados del siglo XIX, así como en su influencia en el creciente movimiento obrero, especialmente en los países de mayor desarrollo capitalista: Francia y Gran Bretaña, ya que en estos países, el movimiento obrero estaba bajo la influencia de corrientes anarquistas y reformistas. Por lo tanto, era necesario crear un marco común destinado a fortalecer y coordinar la lucha de clases entre los diferentes países y también como base para resolver los problemas del movimiento socialista, especialmente para definir las contradicciones ideológicas y políticas con las corrientes y principalmente para disputar a la clase obrera de su influencia y atraerla a los objetivos revolucionarios. Esto se logró en gran medida a través de un duro trabajo ideológico, teórico, político y práctico dirigido por Marx y Engels contra las diversas corrientes no marxistas que se organizaron dentro de la Internacional.

Estas corrientes se extendieron desde los Lasallistas (seguidores de Ferdinand Lassalle) hasta los partidarios de Proudhon, los seguidores del socialista inglés Robert Owen y los seguidores del anarquista ruso Mikhail Bakunin, hasta los seguidores del socialista francés Auguste Blanqui. Por supuesto, además de los partidarios de Marx y Engels. Esta experiencia duró un período de nueve años, que fue un período de lucha feroz con las diversas tendencias con las que en determinadas coyunturas hubo acuerdos y acciones conjuntas, que se plantearon con el interés de fortalecer la lucha anticapitalista y trabajar por el socialismo. Los desacuerdos entre estas corrientes eran dominantes en la mayoría de momentos, tanto en las acciones de lucha, en las cuales el anarquismo con sus corrientes, por ejemplo, eran mayoritarias en Francia; mientras que el Lassallismo y el reformismo fueron influyentes en Gran Bretaña. Hubo una lucha política, ideológica y teórica en la formulación de los conceptos y de la base teórica del socialismo científico; esta lucha ideológica, teórica y política estableció los límites de la discrepancia entre el socialismo científico y el socialismo utópico y anarquista.

Las obras de Marx y Engels para ese período fueron análisis críticos y de cuestionamiento a las tendencias anarquistas y reformistas, por un lado, y por otro de producción de los fundamentos del socialismo científico y de construcción del partido de la clase obrera. Desde este punto de vista, la Primera Internacional logró cumplir su misión, sin embargo fue imposible continuar después de 1873 cuando había razones objetivas y subjetivas para disolverla. El fracaso de la Comuna de París a mediados de 1871 y la escalada de represión sangrienta en Francia y en la mayoría de los países europeos por parte de las fuerzas capitalistas para enfrentar el movimiento obrero que se atrevió a luchar y organizarse para socavar el sistema capitalista, así como las lecciones de la Comuna, impusieron a los revolucionarios la tarea de reflexionar sobre cómo crear las condiciones para la victoria de la revolución, y en este sentido, la más importante de ellas es la unidad de los trabajadores y los socialistas que lideraron la revolución. Estas convicciones condujeron a distanciamientos con los partidos anarquistas y reformistas que comenzaron a afectar al movimiento obrero, especialmente en áreas de su influencia. Además, fue un factor importante el incremento constante de la influencia del socialismo científico en la clase obrera en todos los países, le dio a esta tendencia la confianza en sí misma y además, se plantearon orientaciones certeras para trabajar en el seno de la clase obrera con independencia de clase. Es por eso que la decisión de disolver la Internacional fue defendida y consagrada por Marx y Engels en 1873. Por lo tanto, la lucha internacionalista que fue esencial para la vida de Marx y Engels no se detuvo. Sin embargo, se hizo hincapié en una mayor cristalización del socialismo científico en todos los campos del conocimiento, en lo filosófico y económico, así como en la organización y la acción en el corazón del movimiento, especialmente en la creación de sus partidos socialistas, que luego formarían el núcleo sobre el cual examinarían el tema de la reorganización de la Internacional, después de la muerte de Marx y bajo el liderazgo de Engels. Esto fue impulsado en 1889 por los partidos que adoptaron el socialismo científico y el pensamiento marxista (es decir, adoptaron el Manifiesto Comunista) y principalmente el Partido Socialdemócrata alemán, que fue la fuerza principal de este trabajo.

El nacimiento del “Partido Socialdemócrata” en el contexto de la Segunda Internacional en Bruselas se anunció en presencia de partidos europeos. También, por primera vez, la presencia de partidos de fuera del viejo continente, de Argentina, Uruguay y Turquía. Los partidos actuales estuvieron de acuerdo con su referencia ideológica marxista y nuevamente presentaron la tarea de impulsar todas las condiciones para las revoluciones proletaria y socialista. Pero esta experiencia comenzó a desviarse de la posición revolucionaria adoptada en la Conferencia de Stuttgart (1907) que pedía explotar las condiciones de guerra, todo lo cual se estaba gestando en las entrañas del sistema capitalista, utilizando estas condiciones para encender las revoluciones proletarias y tomar el poder, liberar a las sociedades europeas y al mundo del espectro de la guerra y la explotación. Esto fue en la conferencia extraordinaria en Basilea en 1912, cuando el voto de guerra se convirtió en una posibilidad real. La Conferencia adoptó una resolución que revisaba la resolución anterior para instar a los partidos socialistas a participar en la “batalla por la defensa del país y la nación” al convertirse virtualmente en “partidos nacionalistas chovinistas” al servicio de la burguesía. Esto fue practicado por el estallido de la guerra en 1914, que se basó en toda la experiencia de disolución total en 1916. Esto fue claramente influenciado por el partido alemán dirigido por Kautsky y Bernstein, pero también se expresó con fuerza el rechazo y resistencia del Partido Bolchevique y el ala comunista de Alemania (Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo).

El fracaso de la Segunda Internacional y la entrada del mundo en una nueva fase del capitalismo con la era del imperialismo, que es la antesala de la revolución socialista como Lenin había señalado, se abrió a una nueva situación revolucionaria creada por las condiciones de la guerra mundial. y la intensificación de las contradicciones del sistema capitalista. La nueva situación puso sobre la mesa como prioridades dos tareas complejas y superpuestas, la creación de nuevos partidos comunistas, revolucionarios, como necesidad urgente para aprovechar las oportunidades que generaban el escenario económico, social y político de ese momento y para dirigir a las clases trabajadoras por la revolución socialista y la toma del poder.

Entonces, desde el estallido de la guerra, especialmente desde 1915, Lenin propuso la idea de una nueva Internacional, la Internacional Comunista. Sin embargo, las grandes dificultades experimentadas por el Partido Bolchevique y por todo el movimiento obrero y socialista en Europa en las condiciones antes mencionadas dificultaron la tarea antes del estallido y la victoria de la gloriosa Revolución de Octubre, que fue una consagración creativa y revolucionaria de la decisión de la Conferencia de Stuttgart, que Lenin redactó, bajo el lema de convertir las luchas generalizadas en una guerra civil entre el proletariado y la burguesía, que terminó en una victoria para los bolcheviques. Menos de un año y medio después, el primer Congreso de la Internacional Comunista se celebró en Moscú (marzo de 1919).

La Tercera Internacional fue más madura y más efectiva porque se formó, movió y luchó a medida que el sueño socialista se convirtió en una realidad material. Esto le dio a la naciente experiencia socialista un impulso que duró casi un cuarto de siglo (de 1919 a 1943). También fue el producto de su época y en respuesta a las condiciones y desafíos planteados al movimiento comunista a principios del siglo XX.

Volviendo a sus decisiones y debates, la Internacional fue uno de los espacios más importantes en el que se cristalizaron los enfoques y las respuestas marxistas-leninistas más importantes a los diversos problemas planteados por el desarrollo de la lucha de clases a nivel mundial. Estos enfoques también incluyeron los problemas de la construcción socialista en la naciente Unión Soviética. Las decisiones de la Tercera Internacional son una referencia importante para el movimiento comunista del siglo XX. Muchas posiciones aún mantienen su vigencia actual, y el Komintern bajo Lenin y Stalin pudo reunir a los partidos comunistas de la mayor parte de Europa y el mundo capitalista, así como a una serie de países coloniales desde el este hasta América del Sur a través del mundo árabe y África. La tercera Internacional Comunista fue creada por Lenin y el partido Bolchevique en marzo de 1919, y cuyo objetivo era luchar por la supresión del sistema capitalista, el establecimiento de la dictadura del proletariado y de la República Internacional de los Soviets, la completa abolición de las clases sociales y la realización del socialismo, como primer paso a la sociedad comunista, como fijaba en sus primeros estatutos.

Circunstancias especiales surgieron en la Unión Soviética en el contexto del desarrollo de las condiciones y sucesos de la Segunda Guerra Mundial que exigieron decisiones y retos muy importantes al partido bolchevique, se decide  declarar la disolución de la Internacional en 1943, privando al movimiento comunista de un marco internacional para coordinación conjunta de los partidos comunistas así como acciones de fortalecimiento del pensamiento y aplicación práctica del socialismo científico. El trasfondo del Partido Comunista Soviético era “señalar buena voluntad a los Aliados”. La disolución de la Internacional fue evitar la “sospecha” de que la Unión Soviética “penetró en sus aliados en la guerra” a través de los partidos comunistas.

Nuestra intención no es solo condenar la resolución de la disolución de la Internacional, sino también destacar las peligrosas circunstancias de la resolución, que, en nuestra opinión, se deben a la transformación de la Internacional en un espacio gobernado por el “Gran Partido “y el” estado patrocinador “. Es cierto que el estado y el partido en la Unión Soviética proporcionaron todas las condiciones de trabajo y progreso para la Internacional, pero también al mismo tiempo, deliberadamente o no, convirtieron a la Internacional en una herramienta para apoyar y justificar la política soviética en diversas facetas internas y externas. , hasta la resolución de la disolución que invocó las circunstancias de preocupación para la Unión Soviética en primer lugar.

Es cierto que la victoria de la Unión Soviética en la guerra fue un tema vital de interés para todo el movimiento comunista en el mundo y para el desarrollo de la lucha de clases, pero convirtiendo todo el movimiento en afluentes para servir al objetivo supremo soviético, más el análisis, la interpretación y la evaluación son necesarios si realmente están interesados en el tema de potenciar el carácter internacional de la clase obrera. Incluso después del final de la guerra y la victoria de la patria socialista, la Internacional ya no fue por voluntad de los partidos comunistas sino por una decisión del Partido Soviético, que creó la “Oficina de Relaciones” (el Kominform), que en general siguió siendo un marco para regular las relaciones bilaterales entre el partido soviético y el resto de los partidos mundiales. Incluso se convirtió en una oficina para garantizar y proteger los intereses soviéticos en el extranjero, y en un momento incluso se sospechó que estaba vinculado a los intereses de la KGB. Bajo Jruschov, Brezhnev y Gorbachov, la oficina se transformó en un espacio clientelar con el partido soviético (aceptación de misiones estudiantiles …). La gran mayoría de los partidos ya se han convertido en meros seguidores del partido revisionista soviético y los partidos comunistas que adoptaron y apoyaron las posiciones de Enver Hoxha contra el revisionismo soviético y (no pudieron crear los marcos efectivos para reconstruir el movimiento comunista, a pesar del importante papel desempeñado en el campo teórico a través de los escritos del líder Enver Hoxha y la revista “Teoría y práctica” con el fin de ayudar a establecer nuevos partidos que surgieron, especialmente en los años setenta y ochenta en Europa, América del Sur y África.

Los nuevos partidos comunistas propusieron la idea de restablecer la Internacional y, mientras tanto, establecieron los marcos de comunicación y coordinación, que tuvieron éxito en 1994, cuando se celebró la “Conferencia de Organizaciones y Partidos Marxistas-Leninistas” que fue el lanzamiento de esta instancia como núcleo de un nuevo proyecto internacional. A pesar de los logros alcanzados durante más de un cuarto de siglo de trabajo, numerosos y complejos obstáculos continúan caracterizando el trabajo de la Conferencia, quizás el más importante de ellos concierne a la efectividad de los partidos y organizaciones y su impacto en la lucha de clases en sus países y en el mundo, y al mismo tiempo, especialmente en los últimos años, coincidiendo con la profunda crisis del capitalismo global y la aparición de características de recuperación del movimiento obrero y social contra las políticas imperialistas, han surgido nuevas iniciativas, ideas y proyectos. que presentan la tarea de crear un marco global para la lucha. También han surgido bloques y grupos continentales y globales que avanzan hacia el mismo objetivo. Entonces, ¿cómo debemos decidir frente a estas iniciativas? ¿Cómo podemos construir y defender nuestro proyecto de unidad del movimiento comunista marxista leninista internacional con independencia de clase?

 

4 – ¿Cómo plantear el tema del internacionalismo hoy?

 

Ninguno de los partidos que forma parte de la CIPOML está en desacuerdo sobre la importancia y la necesidad del marco internacional, ya sea como un trasfondo de nuestra lucha o como un objetivo. El Internacionalismo es una necesidad urgente para  impulsar la lucha de los comunistas y revolucionarios  y además, sin Internacionalismo proletario no se puede obtener victorias, especialmente en las circunstancias de nuestro tiempo cuando el capitalismo está en la cima de su progreso (incluidos los tecnológicos y técnicos) y ha agotado todas sus posibilidades ; además porque es evidente la gravedad de su crisis, lo cual plantea seriamente la necesidad de superar las limitaciones presentes, dadas sus limitaciones históricas.

La unidad de los comunistas es un requisito previo para el cumplimiento de las tareas revolucionarias, y esta unidad no es solo se debe concretar a nivel nacional sino que esencialmente debe tener carácter mundial. La unidad ideológica, los antecedentes y el objetivo político imponen una unidad de acción lógica y objetiva, es por eso que todos los bloques “izquierdistas” en más de una parte del mundo se proponen como tarea unirse a escala mundial. Luchamos por el establecimiento de la Internacional Comunista y su núcleo, la Conferencia de partidos y organizaciones Marxistas Leninistas debe fortalecerse.

Hace unos años, el presidente Chávez de Venezuela propuso la creación de la Quinta Internacional, la misma idea en la que el pensador socialista egipcio Samir Amin ha trabajado en los últimos años. La idea se está extendiendo aquí y allá, y los conglomerados revisionistas, incluido el maoísmo, también están desarrollando su coordinación bajo el mismo nombre y propósito.

A este respecto, la cuestión debe abordarse en dos dimensiones relativamente diferentes. La primera dimensión se refiere al internacionalismo como marco de acción conjunta, esto invoca una serie de condiciones elevadas, es decir, aquellas que conciernen a la línea intelectual, ideológica, política y organizativa de los partidos. Se refiere a la unidad de la visión de la Internacional, incluida la evaluación de experiencias pasadas y la evaluación de la experiencia de la construcción socialista y las conclusiones y lecciones que son importantes para las tareas de hoy y mañana en diversas facetas de la lucha de clases. Este asunto concierne a un grupo específico, de los partidos con la misma identidad ideológica y política, la identidad comunista, que no tiene sentido sin acuerdo y unidad en los diversos temas y la implementación de las tareas que tenemos ante nosotros hoy, de enfrentar problemas tácticos y estratégicos, problemas intelectuales, así como políticos y prácticos. Esto no significa armonía total y la ausencia de cualquier diferencia en la apreciación de un aspecto u otro; nos desarrollamos a través de la lucha ideológica presente en el accionar de la CIPOML. Pero este alto y respetado nivel de unidad es necesario para promover las condiciones de la reconstitución internacionalista, que empuja todas las situaciones objetivas hacia su desarrollo, pero las barreras propias impiden e interrumpen su establecimiento, que es un tema en el que tenemos que pensar y progresar en los hechos.

Creemos que la garantía básica para concretar este proyecto es fortalecer a nuestros partidos y sacarlos de la situación de debilidad y, a veces, marginalidad en la que se encuentran. No es un requisito que tengamos docenas de partidos, más bien, la condición es que deben ser partidos eficientes y activos, vinculados a los problemas de sus países y al movimiento de lucha de clases. Esto no solo le da credibilidad a nuestro proyecto, sino que también le da los elementos fundamentales para continuar con los objetivos revolucionarios.

Involucrarse en este frente no significa cerrar y no tratar con otros proyectos que actúan en estos momentos en el mundo. Creemos que las condiciones del movimiento comunista de hoy son similares a las de mediados del siglo XIX (es decir, el período de la Primera Internacional) en términos de su debilidad. Estas condiciones (junto con otros factores) obligaron a Marx y Engels a trabajar con varias otras corrientes a pesar de la conciencia de los límites de ese trabajo. El objetivo era fortalecer el movimiento y el progreso de la clase trabajadora en diferentes países. El punto no es reproducir o copiar la experiencia de Marx. Por el contrario, lo que se entiende es la conciencia de que la reorganización de la Internacional siempre ha estado vinculada a su contexto histórico. La historia no se repite y no es lo mismo. Lo que son similares son algunos factores y es importante aprovecharlos. Nuestras circunstancias subjetivas aún son inmaduras para la reorganización de la Internacional, lo que plantea seriamente la necesidad de tender a acumular las condiciones necesarias para este propósito.

En este sentido, es importante vincularse con otros actores, y nos referimos a los que luchan y que están realmente vinculados a la lucha de las clases trabajadoras y los problemas de sus sociedades y países para desarrollar la lucha de clases. Esto nos presenta una faceta esencial y vital en nuestra lucha internacional actual: el tema del frente mundial, el frente de los trabajadores, campesinos y trabajadores, el frente de las fuerzas revolucionarias en sus países que luchan por la emancipación social y la liberación nacional. Estamos preocupados y exigidos a estar presentes y tomar la iniciativa en este escenario que ahora se impone por la crisis del capitalismo global y el auge y desarrollo de la lucha de clases, social y nacional en muchos países del mundo. La lucha inconsciente y desorganizada de clase y nacional a veces se dirige hacia movimientos populistas, reformistas o anarquistas, mientras que el anhelo original de recurrir al movimiento comunista, está hoy ausente o débil, y son excepciones los casos de nuestra influencia y liderazgo. La historia de hoy nos presenta la doble tarea de construir el internacionalismo a través de su núcleo (Conferencia de partidos y organizaciones) al profundizar el debate intelectual y político, así como el espíritu pragmático y militante de progreso y crecimiento, y la tarea de construir el frente mundial para los trabajadores y las fuerzas revolucionarias. Es un frente de lucha, coordinación, comunicación e intercambio de experiencias, así como un espacio para la lucha ideológica y política en el horizonte de influencia y para traer tantas fuerzas como sea posible al marxismo-leninismo y su pensamiento, política y lucha.

Ambas tareas son complementarias y requieren una conciencia e implementación comunes, enfrentar las tendencias reformistas o anárquicas, así como enfrentar al  revisionismo y a las tesis contrarias a la ideología socialista, como lo demuestran muchas corrientes como la “tesis socialista del siglo XXI” de finales de Chávez, el partido gobernante en Venezuela, algunos movimientos en América del Sur y el mundo, y “corrientes posmodernas” que desean revisar los pilares filosóficos, económicos y militantes del marxismo, incluida la negación de la existencia de la clase trabajadora o la negativa de su partido como la organización fundamental para cumplir con sus tareas revolucionarias. Abordar estas corrientes requiere una confrontación directa, como lo hicieron Marx y Engels con Proudhon, Bakunin, Blanqui, Lassalle y Owen. Nuestra victoria hoy para el marxismo-leninismo requiere la capacidad de confrontar y, por lo tanto, erosionar el mérito de las fuerzas reformistas, anarquistas y autoritarias. La confrontación y la letalidad están en los campos de batalla, y los campos de batalla de hoy requieren la presencia junto con todas las fuerzas en lucha que se oponen al capitalismo, al fascismo y la interferencia externa y se ganan a los trabajadores, las clases explotadas, los pueblos y las naciones oprimidas. Estas fuerzas que luchan, con las cuales no estamos de acuerdo en términos ideológicos y tesis, pueden trabajar con ellas en esta tarea, esta meta o aquella, y en todos los casos, el “espacio natural”, desde el cual podemos actuar y movernos es a través de alianzas, frentes y acciones conjuntas en el espacio en lucha. En nuestras relaciones con las diversas fuerzas, no juzgamos qué es ideológico, sino qué es político, es decir, la posición sobre este o aquel tema. Las condiciones de nuestro tiempo son complejas y difíciles y requieren la capacidad de moverse en más de una faceta al mismo tiempo, el campo de la construcción de nuestra fuerza organizativa y el campo de trabajo con otras fuerzas y organizaciones. Estamos obligados a construir nuestros partidos y nuestro internacionalismo, mientras construimos los frentes revolucionarios en nuestros países y en el mundo. A medida que trabajamos con otros, la conciencia es profunda y clara para nosotros de que los demás no se parecen a nosotros sino que son diferentes de nosotros en algún sentido u otro, pero nuestra interacción con ellos y nuestra necesidad común del uno con el otro nos impone una lucha común. y en medio de esta lucha, la ley de influencia mutua funciona; Marx y Engels fundaron la Primera Internacional con la participación de sus oponentes ideológicos, Proudhon, Bakunin, Blanqui, Owen y Lassalle. La Internacional estaba formada por partidos, sindicatos y personas que eran incompatibles con ideas, visiones y programas. Fue el producto de su época, y logró éxitos, también los fracasos que llevó a su disolución. Esta experiencia (y otras) no son para reproducirlas en la época actual, sino para aprovecharlas y aprender.

Nuestra respuesta hoy después de un siglo y medio de la lucha internacional es que la lucha global requiere la creación de múltiples formas organizativas con objetivos múltiples e integrados, el Internacionalismo para los comunistas y el frente mundial – global para todas las expresiones proletarias y revolucionarias de los trabajadores. A principios de 1922, la Tercera Internacional (declaración del Comité Ejecutivo Internacional, 1 de enero de 1922) hizo un llamamiento sobre la necesidad de establecer frentes con todas las expresiones reformistas, anarquistas y otras fuerzas obreras, es decir, movilizar y reunir fuerzas para enfrentar los desafíos de la lucha de clases y el movimiento socialista.

Los desafíos que tenemos ante nosotros imponen la necesidad de trabajar en el frente internacional de trabajadores y revolucionarios. Este frente también nos permitirá madurar las condiciones para la reorganización de la Internacional Comunista.

 

  1. ¿Cómo empezar hoy?

 

Esta pregunta siempre ha sido la más difícil. Según la respuesta, todas las características de la perspectiva revolucionaria están determinadas por sus tareas directas, provisionales y distantes. Somos conscientes de las contradicciones que componen el mundo de hoy y, por lo tanto, las tareas de los comunistas determinan que debemos trabajar como ya lo hemos hecho en dos frentes y estar de pie en sus ámbitos en el campo de la lucha internacional. Debemos trabajar para la madurez de las condiciones de la declaración del establecimiento de la Internacional Comunista, incluido el ajuste de la línea intelectual e ideológica y las tareas políticas y organizativas internacionales; creemos que el trabajo de la “Conferencia de partidos y organizaciones” durante un cuarto de siglo es importante y útil y constituye el material fundamental del Proyecto Internacional Comunista. La madurez de las circunstancias no tiene sentido fuera de la tarea de fortalecer a los partidos, especialmente en términos de su vinculación profunda con la lucha de clases y las tareas políticas en nuestros países; es necesario afirmarnos en la madurez y corrección de nuestra comprensión y asimilación  de las condiciones actuales y luego la unidad para el impulso de las tareas de nuestro tiempo. Este es un acto necesario que debe ser realizado por cada partido individualmente y por todo nuestro movimiento colectivamente. Al mismo tiempo, no tiene sentido para nuestro Movimiento Comunista Marxista Leninista, que en la actualidad no se desarrolla una vinculación real con el movimiento de lucha de clases que se manifiesta en varias facetas y que estallan en todos los países y continentes. El aspecto esencial es estar en el corazón y en la vanguardia de esta lucha. Se está produciendo una lucha social masiva en defensa de los derechos de los trabajadores, campesinos, trabajadores, mujeres, jóvenes, personas con necesidades especiales, el medio ambiente … También se refiere al rechazo de la ocupación y la intervención extranjera y los tambores de guerra y la creación de focos de tensión y el crecimiento del terrorismo en sus diversas formas, incluida la escalada del fascismo y el racismo.

Enfrentar estas condiciones no solo es importante para nosotros como comunistas, sino para grandes sectores de las fuerzas revolucionarias y militantes, ya sean de tendencias socialistas u otras. Estamos obligados no solo a participar en esta lucha sino también principalmente a trabajar con todas las fuerzas involucradas. Es por eso que debemos abrirnos a los espacios militantes con los que tenemos intersecciones políticas y prácticas, los espacios asociados con las clases y los pueblos oprimidos para participar en el movimiento de lucha y desarrollarlos y calificarlos con las ideas auténticas del comunismo.

El punto focal al que debemos apelar hoy son las circunstancias de nuestro tiempo tal como son exactamente, no como imaginamos o como queremos. Nuestra época se caracteriza por la gran intratabilidad de las contradicciones que dividen el sistema capitalista mundial. El capitalismo se ha transformado en un sistema dominante y ha penetrado en todo el mundo, vertical y horizontalmente. Este control y penetración ha cambiado las estructuras y los métodos de producción en los países más subdesarrollados de Asia, África y América del Sur. Esta transformación, aunque distorsionada y no como resultado de la evolución natural de estas sociedades, ha creado transformaciones en todas las sociedades cuya contradicción principal se ha convertido en la contradicción con el capitalismo, y un gran número de la población se ha convertido en víctima del nuevo sistema que trajo a estos países solo las manifestaciones formales de “modernización” y “civilización” traídas por las gigantescas transnacionales, pero en el seno de la sociedad han duplicado el empobrecimiento y la dependencia y el control externo de la riqueza y las capacidades plenamente aprovechadas para duplicar la plusvalía a favor de los monopolios globales. Para dominar y controlar el mundo, la lucha interimperialista está aumentando. Estas son las manifestaciones de la lucha entre los componentes clásicos del capitalismo que están creciendo y emergiendo desde Europa, en Francia y Alemania para ganar la hegemonía y el liderazgo de la Unión Europea, el espacio capitalista monopolista, y entre estas potencias y Gran Bretaña, cuyo gobierno decidió abandonar la Unión Europea para estar más liberado de los controles del movimiento y más asociado con el capital monopolista estadounidense, que lucha por mantener su dominio amenazado por los viejos y especialmente las emergentes potencias imperialistas representados en China, Rusia y Japón, y, el bloque BRICS formado por las crecientes fuerzas capitalistas lideradas por Rusia y China que se conjugan para disputar la hegemonía mundial y que afectan los espacios tradicionales de influencia europea y estadounidense.

El aspecto más destacado hoy en día es la guerra comercial, especialmente en la rama tecnológica, en la que participan los principales países, instituciones y ramas de producción monopólicas. Esta guerra ha llegado a un punto en el que se ha vuelto incontrovertible. De hecho, sus manifestaciones se han hecho visibles a simple vista y los tambores de la guerra están sonando aquí y allá, desde el Estrecho de Ormuz al sur del continente americano a través del Estrecho de Gibraltar para dominar el sector petrolero y energético, e imponer al dólar como la moneda única dominante en el mercado mundial. En aras de sus intereses codiciosos, los países y las empresas transnacionales no dudan en intervenir violentamente y crear focos de tensión y guerra, como es el caso en Siria y Yemen, para garantizar que se incauten áreas de riqueza e influencia. hecho en un desafío flagrante incluso al sistema de leyes promulgadas por el propio imperialismo (las leyes de las Naciones Unidas y la legitimidad internacional). Más que nunca, el mundo se ha convertido en un espacio abierto para la hegemonía, el dominio y la influencia, y, por supuesto, la primera y principal víctima de esto son los pueblos, las naciones y las clases trabajadoras, explotadas y empobrecidas. Y la miseria y la necesidad del mundo afecta no solo a los países dependientes y saqueados del mundo, sino también a los trabajadores y trabajadores de los países capitalistas. Una disminución drástica hoy afecta las ganancias que los trabajadores han podido acumular y lograr después de una dura lucha que comenzó a principios del siglo XIX cuando el capitalismo comenzó a estabilizarse como un nuevo modo de producción.

A través de sus partidos, sindicatos y luchas heroicas, los trabajadores y las trabajadoras pudieron imponer derechos importantes relacionados con las condiciones de trabajo, la protección social y la jubilación, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la lucha se intensificó y el capitalismo temblaba por temor a las revoluciones socialistas; fueron importantes victorias para el cumplimiento de los objetivos del proletariado y las clases trabajadoras. La contradicción entre el capital y el trabajo es la mayor y fundamental contradicción mayor que rompe el modo de producción capitalista y no terminará hasta que se resuelva esta contradicción en favor de los trabajadores. Esta contradicción encuentra su manifestación evidente y física a través del empobrecimiento sistemático de millones de personas, muchas de las cuales están creciendo y uniéndose a la lucha y la protesta, así como la destrucción sistemática de la naturaleza, los mares, océanos, para acumular riqueza y ganancias, poniendo en grave amenaza la existencia humana. (así como animales y plantas …). En una palabra, las contradicciones del capitalismo global se están profundizando y llevando al mundo al borde de un abismo, planteando seriamente la necesidad de resolver estas contradicciones en beneficio de la sociedad y los trabajadores.

La lucha nacional y de clase se está extendiendo en muchas partes del mundo. Aquí están las banderas rojas que ondean en el corazón de las grandes luchas en el este y oeste de la tierra como en el norte y el sur. Al mismo tiempo, muchas luchas son reprimidas, utilizadas o dirigidas a un destino no clasista y no revolucionario. En todos los casos, nuestro movimiento marxista-leninista en los países imperialistas y en los países dependientes no es influyente y, en la mayoría de los casos, débil o ausente, lo que permite un amplio espacio para los movimientos reformistas, revisionistas y anarquistas, así como para los populistas de derecha, movimientos fascistas que se disputan el liderazgo de estas luchas y que por supuesto son dañinos e incluso destructivos para el movimiento de lucha de clases y popular.

En la actualidad tenemos muchas tareas, que no aceptan ningún aplazamiento de ninguna manera, y por supuesto, nosotros como comunistas determinamos nuestras tareas a partir de nuestra observación de las contradicciones de la realidad objetiva y el estado de la realidad subjetiva.

La tarea principal hoy es participar en el movimiento las masas en el fragor de la lucha de clases para liderar estas luchas y si no existe, crearlo y encenderlo. En segundo lugar, se nos pide que trabajemos, coordinemos y generemos alianzas con otras fuerzas que existen junto a nosotros en el mismo espacio y contexto, por supuesto, las fuerzas revolucionarias y de izquierda que deben trabajar con sus sectores más avanzados no solo para la acción conjunta, sino también como base para enfrentar las crecientes corrientes fascistas que representan una seria amenaza para el presente y el futuro, no solo de los trabajadores y trabajadoras, sino también de la sociedad y la humanidad en general. El fascismo ha podido ascender al poder en Brasil, Colombia, Italia e India, y está en aumento en muchos países. Esta situación nos impone una gran capacidad para comprender la realidad, especialmente presentar tácticas apropiadas de confrontación y aquí exactamente consideramos que el tema de la acción ideológica y política en el frente nacional e internacional es fundamental para la lucha de ls clases trabajadoras y los comunistas.

Creemos que el trabajo en la Conferencia Internacional y Global no son tareas separadas, sino que se nutren mutuamente, y los dos escenarios en sí no son excluyentes, sino que se apoyan y complementan entre sí. Construimos el Internacionalismo con aquellos con los que estamos ampliamente de acuerdo y nos identificamos sobre la base de la unidad de la línea de pensamiento y visión política. Es el Internacionalismo de los partidos de la Conferencia. En cuanto al Frente Mundial, los términos de su formación son cada vez más bajos y los términos de su creación son las condiciones en las que organizamos y desarrollamos nuestros partidos en nuestros países, lo que significa, que su constitución se realizará sobre la base de un acuerdo de un programa específico, proyecto y objetivos políticos. Es un mecanismo necesario en nuestra lucha porque se trata de juntar tantas fuerzas como sea posible en torno a las tareas necesarias para desarrollar la lucha de clases y avanzar en la causa de la revolución y el socialismo. Hoy, la situación mundial requiere la formación del Frente global de los Trabajadores y Revolucionarios como una tarea que no se puede postergar, para abordar las tareas pendientes de rechazo de la intervención, la ocupación y las políticas neoliberales internacionales, cuyo costo es pagado por los pueblos, las naciones y clases trabajadoras. Un Frente contra la arrogancia imperial, la guerra, la subordinación, el empobrecimiento y la marginación. Frente para unificar esfuerzos y acciones de movilización, así como la comprensión y la conciencia en sus aspectos comunes y más generales de la mayoría de los partidos y organizaciones proletarias, socialistas y revolucionarias más importantes que luchan en sus países y están listas para la coordinación y la lucha común. Este frente adopta formas flexibles de acción y organización, continental, regional, sectorial y general. … También plantea las tareas difíciles que la situación especial requiere en una región, área o incluso un continente. Nuestro enemigo está unido para confrontarnos y nuestra unidad contra nuestro enemigo es una enorme tarea histórica que debe llevarse a cabo sin duda ni confusión. El frente mundial de las clases oprimidas y explotadas es uno de los vínculos para mejorar y reforzar las condiciones para la creación de la Internacional Comunista, que las situaciones mundiales actuales prueban su necesidad e inevitabilidad.

 

Partido de los Trabajadores de Túnez

29 de agosto 2019

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Por PCMML

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