Durante décadas, el recurso hídrico ha representado el centro de atención de una infinidad de corporaciones destinadas a la producción de bebidas de todo tipo. Esta industria, siendo una de las más importantes del mundo, lleva tras de sí una serie de intereses económicos mezquinos, donde el gran empresariado, en colusión con los gobiernos entreguistas de aquellos países fuentes de materias primas, imponen medidas en detrimento de la población.
Hace pocas semanas se hizo público que “el agua empezó a cotizarse en Wall Street”, a pesar de que esto es alarmante y provocó inquietud, no es nuevo el hecho de que este recurso comienza a manejarse como una mercancía y no como un derecho humano. Múltiples transnacionales como The Coca Cola Company y PepsiCo extraen millones de litros del líquido vital en diferentes regiones del planeta a fin de aumentar sus ganancias.
Además de adquirir concesiones para la explotación de los mantos acuíferos, sin restricciones, ni condicionamientos, más que de carácter económico, al coaccionar y coludirse con los gobiernos municipales, estatales y federal, también terminan acaparando las reservas de agua en todo el mundo, y siguiendo la lógica neoliberal que plantea la libre acción del capital privado bajo la premisa de que el Estado es ineficiente para la administración de los recursos nacionales. La instalación de infraestructura para el suministro de agua potable está bajo control de empresas privadas que a futuro se encargarán de suministrarla a la población bajo los precios que dicte el mercado, como se ve actualmente, mediante la especulación. Todo esto sin importar que por ley el agua sea propiedad nacional y debería estar al alcance de toda la población.
Aun sin aprobarse las leyes respectivas a la propiedad privada y comercialización del agua, las concesiones, contratos y acuerdos (entre el capital privado y el Estado) comienzan a caminar a la par de los megaproyectos, que cabe mencionar, serán de los principales consumidores de agua a partir del actual período.
Por ejemplo, los complejos turísticos impulsados por la oligarquía requerirán el suministro de millones de litros, que, en primer lugar, se quitarán a las comunidades donde se ubican los nacimientos y caudales de los ríos, y en segundo lugar, solo abastecerán aquellos que puedan costear su consumo. Condenamos y llamamos a luchar contra este atentado que pauperiza y oprime al proletariado internacional.