El 20 de enero de 2021, tras la derrota electoral y el manotazo de mesa de Trump con el intento fascista de asalto al Capitolio por sus seguidores, inaugura una nueva etapa presidencial con la toma de posesión de Joseph Robinette Biden Jr.
En el mundo, y al interior de EE.UU; se han generado grandes controversias sobre el papel que ha de desempeñar el inquilino de la Casa Blanca; lo que requiere abrir una reflexión más allá de las conclusiones generales de la continuidad neoliberal e imperialista de ese país, al mando de Biden. Es necesario pasar el análisis por el tamiz del materialismo histórico, para tener certeza en las conclusiones.
Por un lado, las condiciones económicas de crisis profunda, impuesta por la crisis mundial, que vive la economía, y la crisis sanitaria que dejó la desastrosa administración de Donald Trump; la decadencia del imperialismo estadounidense, en el escenario mundial, así como el gran descontento de la clase obrera norteamericana, son las condiciones materiales sobre las que se ha instalado la nueva administración de Biden.
Estas condiciones, sobre todo las económicas, no dependen de la voluntad, ni del gobierno que salió ni del que entra, la dinámica de la crisis económica va a continuar con su ciclo, y bajo la lógica de las leyes del sistema capitalista, los mayores costos los pagarán las amplias mayorías trabajadoras, como consecuencia de la destrucción masiva de las fuerzas productivas que provoca la crisis; en todo caso, lo que está en juego es cuál sector de la oligarquía financiera norteamericana es la que va a salir reposicionada con la crisis, para seguir acumulando capital, y eso es una de las principales diferencias de Trump y Biden. Pero su naturaleza imperialista, su decadencia en el escenario global, continuarán.
Ha sido claro que el nombramiento del gabinete y las primeras líneas de conducta dictadas con la firma de las primeras 17 órdenes ejecutivas firmadas por Biden, el mismo día que llegó, apuntan a que será el Sector I y los promotores de las energías renovables, así como los gigantes dot.com, los que ahora se relamen los bigotes para amasar más ganancias.
La clase obrera debe entonces insistir en su propio camino, su propio Partido como el American Party of Labor, y seguir desarrollando la lucha antiimperialista y antifascista.