Con la Revolución Industrial ocurrido en el siglo XVIII en Europa y la incorporación de las máquinas se introdujeron grandes cambios en el proceso productivo de bienes materiales, de ahí los pequeños y medianos talleres se convirtieron en medianas y grandes fábricas, acelerando la producción de mercancías. Enseguida, con la aplicación del vapor a las locomotoras y a los barcos se multiplicó la cantidad y la velocidad del traslado de los productos a lugares cada vez más remotos para su venta y consumo. Esta etapa histórica implantó el modo de producción capitalista con la cual aparecieron dos nuevas clases sociales: la burguesía, poseedora de todos los medios de producción (fábricas, talleres, minas, tierras, maquinaria, herramientas, transporte, etc.), y el proletariado conformado por la inmensa mayoría de la población trabajadora que, al no contar con dichos medios, ha tenido que vender a partir de entonces su fuerza de trabajo.
Las condiciones en que laboraban los trabajadores eran insalubres, con largas y agotadoras jornadas de trabajo que rebasaban las doce horas diarias, con bajos salarios, sin seguridad médica ni social, sin días de descanso dominical ni vacaciones, sin derechos a organizarse para la defensa de sus intereses económicos, laborales y sociales. Los gobiernos de los países desde ese entonces se han dedicado únicamente a administrar los intereses de los patrones (burguesía).
Estas condiciones económicas, políticas y sociales condujeron a los trabajadores a buscar formas organizativas y de lucha para conquistar mejores condiciones de vida y de trabajo. En un principio su desesperación la descargaron contra las máquinas, destruyéndolas, pues veían en ella a las culpables del desempleo y de todas sus desgracias (Ludismo).
Históricamente, el nacimiento y desarrollo de la clase obrera, según los países y sus condiciones respectivas, ha conocido distintas etapas y fases. En el transcurso de este proceso largo y laborioso, la clase obrera buscó y puso en práctica formas de trabajo, de lucha y de organización que desembocaron en la creación de sus primeras organizaciones; Cofradías, Mutualidades, Hermandades, “Trade-Unions”, Cámaras Sindicales, Bolsas de Trabajo, Sindicatos, etc. Siendo el movimiento conocido como ”cartismo” el que demostró mayor unión de la clase trabajadora de Inglaterra que consistió en la entrega de una carta de peticiones al parlamento inglés con sus reivindicaciones, particularmente la relativa a la reducción de la jornada de trabajo a diez horas.
Al principio, estas asociaciones nacieron en las diversas ramas de la producción como consecuencia de los esfuerzos espontáneos de los trabajadores, como necesidad de una resistencia colectiva, para unirse y defender los intereses estrictamente profesionales. Estas reivindicaciones se limitaban a los problemas del momento: salarios, horarios de trabajo, paro, competencia, etc. Progresivamente, estas organizaciones se transformaron en “centros de organización”, en “órganos de resistencia” de la clase obrera contra los patrones capitalistas. La primera forma de lucha para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo fue la lucha económica.
La historia del movimiento obrero demuestra que los sindicatos no fueron en seguida reconocidos. Los patrones y el aparato de Estado tomaron una postura dura hacia ellos mediante la promulgación de leyes que prohibían su existencia, por eso muchos de ellos tuvieron que formarse en la clandestinidad. Los representantes y dirigentes de la clase trabajadora fueron objeto de persecuciones que llegaron hasta sus muertes.
Con el fin de debilitar y destruir el movimiento obrero y sindical, la burguesía, la clase patronal, no ha titubeado en usar directamente la fuerza, la demagogia y la corrupción. Según las condiciones, ha utilizado uno u otro de estos métodos, pero con frecuencia ha utilizado los tres a la vez.
La clase obrera no ha conseguido nada de los patrones sin una lucha de clases encarnizada, la cual, en etapas determinadas, ha tomado las formas más variadas y las más violentas, que van hasta la insurrección armada para el derrocamiento de la burguesía como clase.
La organización de la clase trabajadora en sindicatos ha sido una gran victoria, los cuales pasaron de hombres aislados a unirse y convertirse en una gran fuerza organizada. Es así como la burguesía se ha visto obligada a reconocer la existencia de los sindicatos como representantes de la clase trabajadora.
El camino recorrido por la clase trabajadora en los países europeos en los que se inició la revolución industrial, también habrían de experimentarlo los obreros mexicanos con el advenimiento del capitalismo a nuestro país, particularmente durante el gobierno del General Porfirio Díaz, pues fue en esta época en que empezaron a establecerse las empresas extranjeras que venían a explotar el petróleo y todo tipo de minerales, así como la llegada del ferrocarril, de telégrafo, teléfono, la luz eléctrica, y la instalación de pequeñas fábricas de textiles, calzado y otros productos de consumo popular.
La lucha de la clase obrera en nuestro país inició con la exigencia de la reducción de la jornada de trabajo, mejores salarios, trato igual que los trabajadores extranjeros, desaparición de las tiendas de raya, etc. La respuesta del gobierno porfirista fue la represión masiva con las fuerzas policíacas y del ejército, y selectiva a través la cárcel, el destierro en calidad de esclavos a lugares como Valle Nacional, Oax., o la península de Yucatán, el asesinato y las desapariciones forzadas de los dirigentes. La represión a la huelga en las fábricas de textiles de Río Blanco, Veracruz en diciembre de 1905, y en la minas de Cananea, Sonora en junio de 1906, aceleraron las condiciones objetivas para el estallamiento de la Revolución Mexicana en 1910 y la caída del gobierno de Porfirio Díaz.
Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, los sindicatos tuvieron un papel destacado en su política de nacionalización y el crecimiento de la economía del país a partir del desarrollo de la industria nacional, haciendo esfuerzos por romper con la dependencia científica y tecnológica del exterior. Pero fue en esta etapa también en la que el aparato de Estado y el partido en el gobierno (Partido Nacional Revolucionario y Partido de la revolución Mexicana) iniciarían con el proceso de corporativización de los trabajadores de la ciudad y del campo a través de los sindicatos y luego en las grandes centrales obreras como la Confederación de Trabajadores de México y la Confederación Nacional Campesina para controlar a las masas campesinas.
El Estado mexicano en su política benefactora a los intereses de los patrones siempre descarga los efectos de las crisis económicas sobre las espaldas de los trabajadores ya sea reduciendo salarios o a través del ajuste de sus políticas sociales mediante la reducción del presupuesto destinado a la salud, vivienda, educación, etc. Esta situación provocó grandes oleadas de huelgas y fuertes movilizaciones durante la década de los cincuenta y sesenta, particularmente en el sector ferrocarrilero, médico, magisterial y estudiantil. Para frenar el avance de la lucha reivindicativa y la independencia sindical con respecto al Estado, éste reprimió a los movimientos huelguísticos con la policía y el ejército, y con la detención de sus dirigentes, imponiendo además dirigentes patronales y gobiernistas, fue así como surgió el fenómeno del charrismo sindical, a partir de la imposición al sindicato ferrocarrilero de un dirigente controlado por el gobierno que gustaba de vestir de charro.
Hasta en la actualidad continúa esa práctica del Estado mexicano y de los patrones de imponerle a los trabajadores líderes sindicales débiles, convenencieros y manipulables, política e ideológicamente respecto de su origen y su posición de clase, capaces de traicionar a la clase trabajadora. Sin embargo dentro del movimiento sindical, al mismo tiempo que los trabajadores luchan por mejorar sus condiciones de vida, trabajo y estudio, mantienen un combate frontal contra esas tendencias políticas que actúan al servicio de sus enemigos de clase. Hay muchas experiencias de este tipo en nuestro país, por eso muchas veces la lucha por democratizar los sindicatos, generalmente, enfrenta todo el poder de los patrones y del Estado.