La exacerbación de la violencia feminicida que se ha mediatizado recientemente, requiere urgentemente nuestra atención y lucha de clases, ya que es la declaratoria abierta y cínica de un ataque anunciado contra las mujeres como parte del proletariado y los pueblos de México. La escalada de violencia que a diario cobra la vida de más de diez mujeres tiene su sustento en un sistema económico, político y social: capitalista-imperialista, que muestra con estos acontecimientos el grado de descomposición social y degradación humana a que puede llegar.
Los casos de Debanhi Escobar y María Fernanda Contreras en Monterrey o Frida Alondra, una niña de 13 años de edad, localizada sin vida en la costa de Oaxaca el 14 de abril, dan cuenta de los niveles de violencia a que están expuestas a diario las mujeres; además, evidencian la negligencia, la incapacidad, re victimización, discriminación e indiferencia de las autoridades y sus instituciones de “justicia”, porque la justicia también es una cuestión de clases sociales, no es lo mismo ser una asesinada indígena, de un barrio popular, obrera, campesina, maestra rural, periodistas comunitarias, a ser la asesinada de una familia pudiente, reconocida o simplemente que ese asesinato sirva para intereses políticos, mediáticos o mercantiles contrarios a las mayorías precarias, para que se agilice su proceso.
Mientras se viralizan estos feminicidios como casos fortuitos o aislados por los medios de comunicación serviles al sistema capitalista-imperialista, resulta imprescindible comprender su relación con otras esferas de violencia generalizada, violencias que devienen de otros contextos de violencia sistémica y sistemática como la mercantilización de los cuerpos, el narcotráfico, la delincuencia organizada, la corrupción, impunidad, la apología y normalización de la violencia que se asume en anuncios publicitarios, contenidos sexuales inapropiados, mediatización de las notas de cuerpos desmembrados, degradados, calcinados u otros actos brutales, expuestos en vías públicas, prácticas de la delincuencia organizada que hoy se manifiestan en el cuerpo de las mujeres, demostrando que la violencia no es solo una cuestión de género.
Por otro lado, estos medios de comunicación juegan su papel desorientador al desvirtuar la realidad y enfocarse en culpar a los factores aislados o las políticas públicas del gobierno en turno; más allá, de analizar o reflexionar sobre los patrones conductuales, la educación en la familia, los trastornos, tipos de violencia ejercida, antecedentes, características, lugar, vulnerabilidad u otros enfoques individuales; es preciso comprender la violencia feminicida desde la colectividad social, desde la violencia velada, sistémica y sistemática que ejerce la dictadura del capital contra el trabajo, desde la relación con el uso de ésta violencia de género como herramienta para cuidar y perpetuar los intereses económicos que obedecen a cuidar los capitales de una clase en el poder.
Frente a un sistema carente de Justicia frente a los feminicidios se hace evidente que las instituciones del Estado son las que mantienen, perpetran, reproducen, legitiman y revictimizan a las mujeres víctimas de violencia.
¿Cómo enfrentar la violencia, si quien dice combatirla es la misma que la sostiene?
Ante eso, no debemos confiar en las instituciones del régimen, en esa lógica moderna que reduce la vida y el cuerpo humano a una mercancía, los oprimidos y explotados, el pueblo, las víctimas de este sistema, sólo encontraremos respuestas y salidas en nuestra ruta y alternativa que es la solidaridad de clase, la unidad y la lucha organizada en todas las trincheras de nuestra vida cotidiana. La presión en los medios y en las calles son un bastión importante que coadyuva a dar pasos significativos en la denuncia, evidencia y esclarecimiento de los sucesos.
Una vida libre de violencia requiere de una lucha revolucionaria por acabar, de raíz, con este régimen social y su Estado fundado en la violencia de la explotación y la opresión de la inmensa mayoría. Construir un nuevo poder y gobierno -de mujeres y hombres- de carácter soviético con el que transformamos las relaciones sociales de producción y consumo del sistema capitalista-imperialista y construyamos colectivamente los nuevos cimientos económicos, políticos y sociales que garanticen la dignidad humana, la libertad y la justicia social.