Siendo el presente un gobierno de continuidad neoliberal, no es extraño que la violencia vivida en el sexenio anterior se mantenga, sin embargo, los acontecimientos desde la toma de protesta de Claudia Sheinbaum rematan que el ambiente violento se incrementa de manera importante.
Estos hechos precisamente, demuestran que la política de seguridad seguida por López Obrador no funcionó, esta política se distinguió por el protagonismo militar, y coronada legalmente con la reforma para legitimar la militarización de la seguridad pública con el paso de la Guardia Nacional al control de la Secretaría de la Defensa Nacional hoy autollamada “Defensa”, y la continuidad de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública hasta el 2028.
Esto mientras se difundía el discurso de los abrazos, no balazos, apoyado en los hechos sobre lo que se ha dado por llamar la pax narca, eso es, la aparente tranquilidad bajo la hegemonía de un cártel en una zona determinada. Y mientras ese discurso era la base de propaganda del régimen, la crisis de las desapariciones se siguió extendiendo, sumados a los abusos de las fuerzas armadas -incluida la guardia nacional-; lavando la cara a los militares empoderándolos con mayor control en cada vez mayores espacios de la administración civil.
Y a contrapelo del discurso oficial triunfalista, de frontera a frontera la violencia marca la vida social del país, desde Tamaulipas a Baja California y de la frontera norte a la sur de Chiapas, resaltando Guerrero, Guanajuato, Sinaloa y en éstos últimos días, Querétaro.
El ejemplo de los últimos meses es Sinaloa, donde después de los ajustes inter cárteles (con la obvia participación del gobierno), se rompió la relativa “pax narca” que se vivía en el estado, sin detenernos en los contradictorios detalles de la salida del país y entrega a las autoridades gringas del Mayo Zambada; la violencia se ha desatado de manera prolongada y profunda, llegándose a organizar manifestaciones de masas contra la violencia, mientras se mantiene con alfileres desde Palacio Nacional al Gobernador Rubén Rocha Moya.
Mientras todo esto ocurre, los propagandistas de la 4T se esfuerzan por redirigir el foco hacia Guanajuato, por ser un gobierno de oposición; y del lado de la oposición fascista-golpista, no atinan a mayor posicionamiento que pedir la intervención extrajera, urgiendo a que se caracterice como terrorista la violencia para justificar una ocupación gringa.
Hay que apuntar que aquí se está describiendo solo parte de la violencia derivada del llamado “crimen organizado”, porque hay otras muchas expresiones de la violencia en delitos frecuentes como “fraude, robo o asalto en calle o transporte público y extorsión.” (Inegi), más los que están sectorialmente dirigidos a las mujeres y los jóvenes.
Si bien ha habido respuesta de los pueblos con la movilización callejera (Sinaloa, Chiapas, por ejemplo), los ejemplos más importantes se han dado con la resistencia emblemática de las autodefensas, aunque en casos muy específicos de Michoacán, Guerrero y Chiapas. La réplica de masas debemos organizarla de manera amplia los pueblos y todos los proletarios, para de manera unitaria enfrentar tanto la violencia legal (de los gobiernos) como la ilegal (ya sea de los cáteles como del lumpen). Respuesta que debe ser articulada con formas de lucha y organización superiores, construyendo a la vez mediante formas asamblearias, huelga política general.
La respuesta a la violencia contra los trabajadores y los pueblos no puede venir de arriba, porque ellos, como defensores del orden burgués son quienes mantienen las condiciones de explotación y opresión en que germina esa violencia.