La Navidad es considerada por muchos una época de esperanza, paz y solidaridad, pero esta festividad parece estar muy alejada de la realidad de miles de palestinos, especialmente de los niños, quienes, aunque rara vez son mencionados, son las víctimas más afectadas por los ataques del sionismo isarelí. Mientras que en muchas partes del mundo las personas se preparan para las fiestas, compran regalos y buscan momentos de alegría, en Palestina los niños buscan refugio porque siguen enfrentándose al desplazamiento, la violencia y el sufrimiento.
En este contexto, el 07 de diciembre el Vaticano colocó un pesebre realizado por artesanos residentes de Belén (Palestina), en el que el niño Jesús reposaba sobre una kufiya, el pañuelo palestino. De la misma manera El Papa Francisco mencionó: “Ante este pesebre recordamos a nuestros hermanos y hermanas que, en Belén y en otras partes del mundo, sufren la tragedia de la guerra”.
Aunque este gesto puede interpretarse como un acto simbólico en solidaridad con el pueblo palestino, es necesario cuestionar la ineficacia de las acciones internacionales frente al genocidio. Que además de ineficaces, también reflejan una profunda indiferencia.
Desde el 07 de octubre del 2023, el ejército de Israel ha asesinado a más de 17 mil niños, niñas y adolescentes palestinos, quienes constituyen casi la mitad de las víctimas fatales; el resto de los niños ha quedado marcado por traumas profundos, viviendo en condiciones de hambruna y bajo una constante amenaza de muerte y destrucción, sin la esperanza de que este sufrimiento termine, por que pareciera que el cese de los bombardeos sólo será posible con la extinción de su propio pueblo.
El gesto del Vaticano, al igual que los realizados por diversas instituciones internacionales, aunque parece emocionalmente significativo, sólo están en la superficialidad ante una crisis tan compleja. Estos actos, si no van acompañados de una presión real sobre los actores internacionales, son indiferentes ante la realidad de las familias palestinas, por lo que es indispensable que la comunidad internacional no solo condene el genocidio sino que actúe en presión al fascista de Israel.
¡LOS NIÑOS DE GAZA NO SON UNA AMENAZA!