Históricamente, el Estado ha desmantelado de forma paulatina muchas de las empresas públicas destinadas a salvaguardar el bienestar económico de su población. Esta estrategia, presentada como modernización o ajuste necesario, busca permitir la intervención del capital privado como la única opción posible para “salvar” de la supuesta ineficiencia y decadencia a las empresas nacionales. Bajo esta narrativa, se justifica la apertura al mercado global, la transferencia de recursos públicos a manos privadas y la reducción del papel del Estado en sectores estratégicos.
Este proceso ha traído consigo altos costos económicos, sociales y laborales. Lejos de mejorar la calidad de vida de la clase trabajadora, las privatizaciones han significado pérdida de empleo y precarización laboral. Los ejemplos abundan. En México, la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) en 2009 durante el sexenio de Felipe Calderón. Más recientemente, la situación de Petróleos Mexicanos (PEMEX) evidencia una lógica similar.
Aunque el actual gobierno de Morena ha defendido públicamente el carácter nacional de PEMEX, y anunció una inversión conjunta con el capital privado de 200 mil millones de dólares para su rescate, lo cierto es que el capital privado solo aportó 800 millones. Además, muchos permisos fueron vendidos a terceros y la generación de empleo fue prácticamente nula. Casos similares pueden observarse en otros países, como Argentina, donde el derecho humano al agua está cada vez más subordinado a la lógica del mercado.
Las privatizaciones, lejos de ser soluciones técnicas neutrales, son decisiones profundamente políticas que transfieren bienes comunes y derechos colectivos al control del capital privado. Ante este escenario, la clase trabajadora debe organizarse para defender sus intereses, conquistar mejores condiciones laborales y construir una vida digna. No podemos esperar que el Estado actúe por sí solo en nuestro favor, pues ha demostrado ser un instrumento de la clase capitalista para garantizar la explotación asalariada. Como obreros organizados, debemos forjar nuestras propias herramientas de lucha y abrir caminos hacia la emancipación colectiva.
