Desde el año pasado, después de que estalló la actual crisis económica mundial, todos los pronósticos señalaron que la economía en América Latina sería la más golpeada. Llegando a la conclusión de que esta etapa de depresión será la más larga de la historia del capitalismo-imperialista de todos los tiempos.
Hoy, la realidad de la clase obrera y los pueblos en América Latina es grave, la agudización de la lucha de clases está profundizando cada día más; por su parte, el imperialismo, y sus gobiernos lacayos, se disponen a imponer a toda costa distintas medidas administrativas, fiscales, legales y militares, para descargar los costos de esta crisis sobre las espaldas de los trabajadores.
Para lograrlo, ponen en práctica toda su experiencia y capacidad represiva, desempolvan su arsenal del periodo dictatorial del siglo pasado y ponen en práctica nuevas teorías, todas ellas con raíces claramente fascistas como la teoría de la “Revolución Molecular Disipada” y la teoría del “Enemigo Interno”. Sustentados en estas, quisieron ahogar en sangre el reciente levantamiento popular chileno; con el mismo rosario, el Gobierno de Duque en Colombia, en menos de un mes acumula millares de detenidos, cientos de desaparecidos y sigue dando la orden de disparar a mansalva a los cientos de miles de hombres y mujeres que se han levantado en paro desde el pasado 28 de abril.
La respuesta de las masas proletarias es la huelga, el paro, la movilización callejera, la barricada y las trincheras. Es notable la disposición de combate.
Estamos asistiendo a los primeros atisbos de un nuevo periodo de ascenso de la lucha de las masas en toda América Latina; desde las barricadas de Cali hasta las elecciones a la Constituyente en Chile o las elecciones presidenciales en Perú, el clamor es: ¡Qué la crisis la paguen los ricos! ¡Fuera Neoliberales de América Latina! ¡Por un gobierno obrero, campesino y popular!