Las secuelas de la crisis económica del año 2020, no ha sido superada, a pesar de que el rebote de crecimiento en el año 2021 fue importante, no superó los niveles de crecimiento económico que se tenía antes de la crisis, ya que, tras la crisis, hemos entrado en una etapa de depresión económica, sumamente prolongada, que está caracterizada por el estancamiento en los niveles de crecimiento, altos niveles de inflación y altos niveles de desempleo a nivel mundial.
Esta situación amenaza con prolongarse por varios años, con pronósticos de hambruna para varias regiones del planeta. Estos pronósticos están avanzando a la baja, ahora por la cuarta ola de la Pandemia del Covid-19, que, en menos de 40 días, ha afectado importantes zonas del globo terráqueo.
Mientras tanto, las potencias imperialistas, se empeñan por un lado en establecer medidas que aminoren la caída de la tasa de ganancia del capital, y por el otro, para que la clase obrera y los pueblos del mundo seamos los que carguemos con la mayor parte de los costos que implica la contención de la caída de la tasa de ganancia.
Las medidas que ahora se están tomando, siguen siendo las mismas: transferencia masiva de recursos públicos a las arcas privadas mediante diversos mecanismos: rescate de empresas, estímulos fiscales, inversiones público-privadas, créditos blandos, programas para absorber obligaciones, etc. Para contener los altos niveles de inflación, en todos los países, se genera subsidios para evitar que se disparen los precios, establecer programas que estimulan el consumo, etc.
Para que las finanzas públicas logren absorber las medidas anticrisis que se implementan, se requiere fortalecer la recaudación, y la única manera de lograrlo es el aumento a los impuestos, la aplicación de políticas de austeridad en los gastos estatales, que afectan principalmente el gasto social y los trabajadores del sector público.