Aprovechando el paréntesis vacacional y bajo la sempiterna excusa de la lucha contra la delincuencia y la corrupción (generadas en última instancia por la pobreza que reparte el sistema capitalista como fenómeno subyacente al mismo), el gobierno de la “Cuarta Transformación” (4ªT) filtró a la prensa su proyecto de reforma penal que fue tildado por los especialistas del Derecho, la oposición política, el gremio periodístico y amplios sectores sociales como “autoritario”. Se quedaron cortos en la apreciación pues todo el proyecto destila un tufillo fascista al que ya nos tiene acostumbrados un gobierno que militarizó el país con la Guardia Nacional y persigue activistas sociales y políticos con más saña que los gobiernos neoliberales sin máscara, de antaño.
Esta vez la pretensión consiste en destruir la presunción de inocencia del detenido, ampliar el arraigo de hasta 80 días a múltiples delitos, desmantelar el derecho de amparo del ciudadano contra el Estado, controlar las comunicaciones socavando el derecho a la intimidad e instaurar una censura de prensa y recortar la libertad de expresión a partir de los delitos contra el honor hacia los que carecen de él, entre otras veleidades fascistoides.
Filtrado como globo sonda, la intentona golpista anticonstitucional, fue aparcada momentáneamente por las declaraciones mañaneras del Presidente Amlo que “se enteró por los periódicos” de la aberración cometida por los suyos o los “autónomos” poderes de la procuraduría que él nombró. Para bien o para mal, vivimos en una república presidencialista donde Amlo es el máximo responsable por lo que su comentario sale sobrando y menos si no ha sancionado aún a los perpetradores del mayor atentado contra la escasa democracia que nos queda.
Debe ya preocuparnos los síntomas de fascistización de la 4ªT que cumplen el baremo de características del fascismo que estableció el gran revolucionario y luchador antifascista Gueorgi Dimitrov, quién señaló su capacidad mimética ya que “por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país».
La historia nos demuestra (y el ejemplo hitleriano es prototípico) que el fascismo no sólo debe combatirse en las casillas electores, sino que debe ser frenado en la calle. La movilización es el arma fundamental de las clases populares para desarticularlo.
Desgraciadamente esta es la realidad nacional, la justicia seguirá siendo para castigar a los pobres y a los luchadores sociales, mientras que los ricos, los gobernantes y sus lacayos, seguirán transitando por el camino de la impunidad!