La pandemia del coronavirus se ha extendido en poco más de 100 días por todos los confines del planeta, alterando todas las formas de relaciones sociales, llevando a cientos de miles de personas a la muerte; contagiando y recluyendo en sus casas a millones. Ha impactado la economía mundial, cuestionando el orden económico e institucional capitalista utilizado desde la década de 1980 para asegurar la acumulación de capital; además, ha puesto de relieve el papel del neoliberalismo en la destrucción causada, y también ha planteado interrogantes sobre el modelo de vida social, económica y política que seguirá como una nueva normalidad.
La Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista Leninistas (CIPOML) se pronuncia ante esta situación, en los términos siguientes:
I.-
La humanidad, y como parte de esta, de manera principal la clase obrera y el pueblo en general, está siendo impactada por la pandemia de la Covid-19; un hecho social tanto como una cuestión sanitaria, que con inusitada rapidez y amplitud geográfica ha conmocionado todo tipo de relaciones sociales.
Todos los países y pueblos del planeta han sido afectados de alguna manera y en gradaciones distintas. Rara vez tantos países y pueblos se han visto afectados en esta medida por algún evento.
La universidad estadounidense John Hopkins ha informado que, al 20 de junio de este año, más de 460 mil personas han muerto a causa de esta y 8,7 millones están contaminadas. Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), da cuenta de que millones de personas han sido confinadas en sus casas en cuarentena, muchas sufriendo hambre y otras carencias materiales, al tiempo que se enfrentan a la pobreza extrema, en munchos países sin acceso al apoyo público.
El desempleo ha aumentado un 20 % a nivel mundial, agravando este problema, como la pobreza general, que antes de los embates de la pandemia ya alcanzaban cifras alarmantes. La fuerza de trabajo ha perdido valor, precisamente por el crecimiento del desempleo y el constreñimiento de la actividad productiva.
En muchos países, incluso los considerados desarrollados, los hospitales han sido desbordados por la demanda de atención urgente, y las funerarias no han dado abasto a la demanda de servicios fúnebres. Fosas comunes para cientos de fallecidos han sido cavadas, y traen a la memoria los peores momentos de guerras y catástrofes. Muchas familias han sufrido el dolor de perder a los suyos, y de no poder siquiera organizar unas honras fúnebres para despedirlos.
El estado de sitio, el toque de queda, el monitoreo a la privacidad individual por parte de los gobiernos mediante recursos informáticos y otras formas de control, todos los cuales fueron siempre protestados por los pueblos, han devenido en medidas normales para combatir la pandemia.
El miedo, la impotencia y la incertidumbre contra el virus mantienen a millones de seres humanos alerta, principalmente a las masas trabajadoras y a los pueblos en general. La ineficacia de los servicios de salud y de los hospitales a consecuencia de las políticas capitalistas neoliberales de privatización, austeridad y recortes son, sin duda, la razón de esto y de la destrucción causada por la pandemia. Es tal que no había suficientes camas e instalaciones hospitalarias, con pacientes esperando en camillas en los corredores, equipos de protección inadecuado para los trabajadores de la salud, donde se dejaba morir a los ancianos y los vulnerables para dejar espacio a los pacientes más jóvenes. Es una verdadera tragedia humana.
II.-
En el período previo a la pandemia, los capitalistas estaban en un estado de ofensiva en contra de los obreros y trabajadores en casi todos los países. De manera particular en los sectores de educación y salud, los servicios públicos se redujeron al mínimo, con los servicios de salud completamente paralizados. Con el predominio de la confrontación entre Estados Unidos y China, las contradicciones en los países capitalistas imperialistas se intensifican más y la competencia se agrava. Estallando en un momento en que la economía capitalista internacional se estaba estancando, el mundo enfrentó la pandemia bajo estas caóticas condiciones. La burguesía mundial no pudo establecer un enfoque conjunto y no llevó a cabo una lucha unificada contra la pandemia. Al igual que en el caso de los miembros de la UE, que supuestamente está unificada, cada país quedó librado a su suerte.
Esto se demostró en la conducta de instituciones internacionales como la OMS, la misma UNESCO, en tanto agencias de la ONU. Por ejemplo, Donald Trump acusó a la OMS de colaborar con China y amenazó con retirar a EE.UU., de esta. A eso se suma el esfuerzo desarticulado de la investigación de vacunas, que actualmente avanza de forma independiente entre sí, lo que resulta en el desperdicio de recursos y la incapacidad de utilizar los hallazgos científicos. Ahora no hay duda que cualquier vacuna que se descubra se utilizará ante todo en los países y las clases más ricas. En esas condiciones, no se podía esperar que las instituciones del orden mundial neoliberal previnieran la pandemia y la combatieran eficazmente, y así fue. Como tal, ni siquiera pudo definirse una orientación general a la que se adhirieran los gobiernos nacionales. Han sido cómplices por comisión u omisión de las multinacionales farmacéuticas, por lo que quedan sin autoridad ante una gran parte del pueblo consciente y de la comunidad científica y sanitaria progresista.
El orden capitalista neoliberal no tiene futuro
La investigación científica, que ha debido ser continua, porque anteriores virus advertían la necesidad de hacerla rigurosa y sistemática, fue dejada a la voluntad del capital, de las empresas que, vale la pena recordarlo, hacen negocios con la salud y, de hecho, los virus mismos son una oportunidad para hacer negocios y acumular más capital.
Los Estados hicieron uso de dinero público para construir infraestructuras que entregaron a empresas privadas de manera directa, o fueron privatizadas bajo el eufemismo de la gerencia mediante “patronatos” integrados por títeres de las clases dominantes.
Fueron congelados los presupuestos públicos destinados a investigación reducidos de manera significativa, a un punto tal que en gran parte de los países no hay partidas para ese capítulo vital para el desarrollo social y económico, para la prevención y el combate efectivo de virus, enfermedades y bacterias que afecten a seres humanos y a la naturaleza. A las universidades públicas también les han sido restringidos los presupuestos, inhabilitándolas por esa vía de hacer ciencia, y de aportar conocimientos para prevenir y superar problemas.
Además, la pandemia llegó cuando la mayoría de los servicios sanitarios, especialmente los servicios clínicos y de atención habían sido privatizados, cerrado el acceso a los mismos para las grandes mayorías populares, mientras que los hospitales públicos que han logrado “sobrevivir” a las privatizaciones, operan con enormes carencias y apenas pueden atender de manera mínima afecciones a la salud de pequeños grupos del pueblo.
La pandemia es un acontecimiento tanto social como sanitario. Afecta las relaciones sociales, la producción económica y toda la actividad social y cultural.
La pandemia ha contribuido a la desaceleración de la economía capitalista mundial, que de hecho ya estaba estancada y en proceso de acumular factores antes del arranque de esta, mientras que actualmente está agravando la crisis económica que comenzó durante ella. Combinada con la destrucción del medio ambiente causada por el sistema capitalista, la crisis está destruyendo las fuerzas productivas y la naturaleza, como lo planteó Carlos Marx en el Capital.
El proceso de la pandemia pone de relieve la necesidad de un nuevo orden social y político. Ha hecho que esta necesidad sea aún más urgente, con sectores más grandes de las masas trabajadoras tomando consciencia de las consecuencias del capitalismo y comenzando a cuestionar su existencia.
Varios ideólogos del mismo sistema capitalista coinciden en señalar que la normalidad post COVID-19 deberá ser diferente a la anterior a esta.
En este aspecto está planteada una disputa teórica y política. O sigue en pie la modalidad neoliberal de la explotación capitalista, con el dominio del mercado como principal ordenador de la actividad económica y social, y el capital financiero como principal beneficiario, para lo cual no es de descartar que el sistema tenga que recurrir a formas fascistas de dominio político.
O el capital recurre a políticas neo keynesianas, con un papel importante del Estado en la inversión y en la regulación de la actividad económica, acompañadas de políticas de concesión de migajas sociales para la clase obrera y el pueblo en general.
Una tercera posibilidad es la perspectiva del crecimiento de una salida revolucionaria.
La CIPOML se afirma en esta última. No dejemos a la burguesía las esferas económica, social, política y cultural para que esta posibilidad pueda realizarse. Como hemos visto, la burguesía se ha mostrado incapaz frente a la pandemia, apeló a las masas a quedarse en casa, pero eso fue posible únicamente para quienes no tenían trabajo. Nuestra dignidad humana fue violentada. Cientos de miles, principalmente trabajadores de la salud, fueron forzados a trabajar sin protección en hospitales, fábricas, en sitios de trabajo y en las calles. El distanciamiento social no fue relevante para la mayoría de ellos. Este también ha sido un período en el que hemos visto el valor que dan a la vida y a las condiciones de trabajo. Ahora, en el nombre de una “nueva normalidad” somos obligados a trabajar para garantizar la supervivencia del sistema capitalista.
Una vez más hemos visto que los capitalistas no tienen nada para ofrecernos. En muchos países ni siquiera repartieron máscaras faciales. Los paquetes de apoyo económico contra la pandemia comprendieron exclusivamente el apoyo a los capitalistas, que ascendieron a miles de millones, mientras las pequeñas empresas recibieron muy poco y las masas trabajadoras fueron obligadas a trabajar por ganancias, y todo lo que recibieron fueron falsas promesas. Los hospitales ni siquiera nos sirvieron y ni siquiera pudimos completar las pruebas. Los hospitales ya se habían mostrado ineficaces.
En cada país habrá demandas específicas sobre las cuales se levantará nuestra unidad y lucha. Algunas exigencias en las que podemos confluir y unirnos, no obstante entender la realidad específica de los diferentes países, son las siguientes:
- No aceptar la imposición de políticas y rechazar el convertirnos en esclavos nacionales de los capitalistas.
- En todos los lugares de trabajo debe garantizarse condiciones laborales contra la pandemia.
- La salud no puede estar sujeta al comercio y lucro. La privatización de los sistemas de salud debería terminar, se debe garantizar el acceso del pueblo a servicios de salud de calidad y de manera gratuita.
- Todas las instituciones y hospitales deben estar bajo control público, es inaceptable el estado en el que se encuentra el sistema de salud.
- Se debe proporcionar el suficiente apoyo financiero a la familia de los trabajadores que han quedado sin trabajo, que no tienen ingresos suficientes o carecen de ellos para cubrir sus necesidades esenciales. Las facturas de arriendo de vivienda, electricidad, agua, gas deben ser cubiertas por el Estado. Las deudas de créditos de los trabajadores en esta situación y de los pequeños productores y de los dueños de pequeños negocios deben ser canceladas.
- A pesar de ser llamada la “nueva normalidad”, no está claro que la pandemia haya terminado o que no cause una segunda oleada. Debemos luchar contra estas políticas de los capitalistas y de su sistema capitalista que acerca esta posibilidad, que nos sacrifica en pro de su supervivencia y provecho, mientras no se toman medidas para asegurar el futuro de la humanidad.
Para levantar nuestra lucha por estas demandas en contra del orden capitalista internacional, que es el responsable de la pandemia, tenemos que tratar de unir todo lo que sea políticamente posible, para golpear al imperialismo y a los gobiernos capitalistas a su servicio. Los espacios donde se desarrollará esta unidad incluyen campañas masivas, organizaciones sindicales, de profesionales, iniciativas locales, organizaciones estudiantiles, de la juventud y de mujeres, y varios frentes populares que reúnen a estas organizaciones y a los sectores más amplios del pueblo.
Un orden revolucionario es posible y necesario
La pandemia en curso es un terrible desastre. Cientos de miles de vidas humanas se han perdido; millones de personas enfrentan hambre y diversas formas de privación; crece el desempleo y se desvaloriza la fuerza de trabajo; y, el grueso de la humanidad se mantiene en la incertidumbre, en miedo, con los nervios de punta, como bajo una espada de Damocles.
Todas las adversidades invitan a luchar en su contra. En la lucha en contra de la pandemia, lo mejor de los seres humanos, la solidaridad, se ha hecho sentir cada vez más. La pandemia y las posiciones que la burguesía tomó contra la pandemia también han impulsado la reacción, el descontento y la ira de los trabajadores y las masas trabajadoras contra los efectos del orden capitalista. Esto se expresa en la mejora del sentido de solidaridad entre las masas trabajadoras, así como en la tendencia creciente a tomar medidas para expresar esta reacción, que es desencadenada por una variedad de razones.
La pandemia ha contribuido a levantar el espíritu de solidaridad humana de millones de personas en todas partes del planeta, en un mentís al “sálvese quien pueda”, impuesto por el individualismo neoliberal. La gente comparte con otras lo poco que tiene; busca cómo hacer más ligera la carga material y espiritual que sobrellevan otros. Las redes locales de solidaridad que brindan apoyo a las personas y trabajadores públicos, especialmente a los trabajadores de la salud, han brotado en todo el mundo.
Es notorio el interés de los científicos por dar lo mejor de si para ayudar a la humanidad a salir rápido de esta calamidad; los profesionales de la salud, en general, no reparan en poner en riesgo su vida para atender a las personas en medio de todas las precariedades de los sistemas sanitarios
Digno de mención es también la actitud de las celebridades del mundo del arte y la cultura, que han estado ofreciendo sus creaciones y habilidades para animar, elevar el espíritu de resistencia y fortalecer la esperanza de un futuro vivible.
Todas estas son tendencias que tenemos que ayudar a desarrollarlas y basar nuestro trabajo en ellas. En medio del distanciamiento físico impuesto por la cuarentena, las protestas populares van teniendo lugar. En un inicio, debido a las circunstancias, fueron pequeños grupos. Pero esta tendencia que estaba creciendo en muchos países antes de la pandemia, alcanzó proporciones masivas con el asesinato de George Floyd, que compensó las amplias manifestaciones en las que participaron cientos de miles de personas, no únicamente en los Estados Unidos, sino casi en todo el mundo. Esta ola de lucha que estalla como resultado de la ira de las masas, que se desarrolla en el período pandémico en contra de la brutalidad del capitalismo, ahora nos presenta la línea de lucha que podemos seguir.
La CIPOML llama a la clase obrera y a las masas trabajadoras, a todos los descontentos con la agresión del capitalismo y la falta de futuro a la que nos ha condenado, a redoblar la unidad, la solidaridad y la lucha. Podemos alcanzar nuestro futuro si nos unimos y luchamos en contra de la agresión neoliberal capitalista que usurpa nuestras vidas y nuestro futuro.
¡El futuro es nuestro!
Comité Coordinador
Conferencia Internacional de los Partidos y
Organizaciones Marxistas Leninistas (CIPOML)
Junio, 2020