De la guerra comercial que había desatado Estados Unidos con Trump, del choque directo con China y las otras potencias imperialistas, y otras provocaciones de tipo militar, han pasado a una forma camuflada de confrontación para resolver sus contradicciones, donde la violencia a través de la guerra no desaparece. Situación que sigue amenazando la “paz” mundial, pues por su sed de ganancias, su ambición y competencia por la conquista de más territorios y mercados para explotar a los pueblos y saquear sus recursos éstos siguen pasando a las tentaciones militares de confrontación para resolver sus disputas, lo que puede tener un desenlace global de consecuencias fatales.
Los representantes de las potencias imperialistas, no solo actúan como gánsteres, sino que son gánsteres de verdad y por eso no sólo se dirigen acusaciones y amenazas, como la que hizo Biden a Putin señalándolo como asesino. Estos personajes no buscan relaciones de amistad entre naciones y pueblos, sino intereses imperialistas, neocolonialistas, por la hegemonía mundial. Estas provocaciones se derivan de la necesidad de ir en búsqueda de las ganancias perdidas, si es posible hasta con la guerra.
Estados Unidos muestra desesperación ante el avance de sus rivales chinos y rusos, los primeros han desplegado un desarrollo en computación cuántica, inteligencia artificial, carrera espacial, así como la apertura hacia nuevos mercados. Por su parte, Rusia ha dominado el mercado del petróleo y el gas principalmente, pero se ha desarrollado en la industria militar la cual ha superado a todas las potencias en la modernización de la misma. Pero la potencia más pujante y que muestra ser más “versátil” en su desarrollo es China, pues en todos los frentes se mueve y va ganando terreno, la gran masa de proletarios que explota, siendo la población más grande del mundo, constituye una ventaja y una posibilidad real de crecimiento que puede rebasar a las demás, no es el único factor, pero tiene un peso significativo.
La crisis y la pandemia han sido una condición u oportunidad, que les ha permitido reconfigurar sus fuerzas, restableciendo nuevas alianzas y reajustando su estrategia para construir o disputarse las fuerzas productivas para un nuevo proceso de acumulación de capital, donde la pandemia ha sido determinante para desestabilizar y contener las protestas y movilizaciones proletarias en el mundo, muchas de ellas significaban un gran peligro de echar por la borda al sistema. Sin embargo, esa desmovilización se ha venido superando –sobre todo el miedo a la pandemia- porque las masas trabajadoras van descubriendo el verdadero papel del imperialismo y sus gobiernos, es decir, seguir esquilmando a los pueblos.
No hay una nueva guerra fría, lo que sigue habiendo es una pugna Inter imperialista, una acentuada ofensiva imperialista devastadora no sólo de las fuerzas productivas sino también de la naturaleza, tal ofensiva exige de los pueblos una cada vez más elevada respuesta de ruptura revolucionaria con el sistema, de unidad y organización de las fuerzas del proletariado -que como enseñó la Comuna de París de 1871 y la revolución de octubre de 1917- detener con revolución proletaria la carnicería que hace la burguesía del proletariado y la naturaleza para existir.