El pasado 19 de septiembre, se instaló la edición número 77 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su sede, en la Ciudad de Nueva York. Esta Asamblea General, ratificó la vocación pro-norteamericana de la ONU, al ser un espacio de dominio de este grupo, en el que se expresan marginalmente, los países dependientes de este bloque imperialista.
Esta Asamblea, se desarrolla en medio de una riesgosa situación económica, en el que por lo menos dos de la potencias que tienen mucho peso en la ONU, se están declarando en recesión: Estados Unidos y Alemania, a pesar de estar buscando flotar artificialmente sus respectivos mercados financieros; esta situación es sólo una pequeña muestra de la fragilidad en que en estos momentos se encuentra la economía mundial en su etapa de gran depresión, en la que destacan altos índices de depresión, interrupción de las cadenas de suministro de materias primas en varias ramas de la producción, además de la inflación que cada día se revisa a la alza; situaciones que están golpeando severamente las condiciones de vida, estudio y trabajo de las masas proletarias.
El incremento de las tensiones bélicas en distintos puntos del planeta, es otro elemento que rodea a esta Asamblea, a pesar de que el foco está centrado en Ucrania, que está a punto de perder 4 regiones: Jerson, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, en donde sus pobladores recién votaron por adherirse a Rusia, a través de una consulta cuestionada por el gobierno ucraniano y sus aliados internacionales; hay conflictos que se se están reactivando en distintas partes del mundo, Serbia-Kosovo, Armenia-Azerbaiyán; Taiwán, en casi todos los casos con financiamiento de los imperialistas.
El propio secretario general de la ONU reconoció que avecinan tiempos difíciles, de hambruna, crisis y riesgos de guerra, sufrimiento por su puesto para el proletariado.
