Las intervenciones de los EEUU en esos paises se cuentan por decenas
Con una economía orientada a la producción del sector primario para la exportación, Centroamérica ha sido históricamente una región dominada plenamente por el imperialismo norteamericano.
En 1954 Estados Unidos dirigió el golpe de Estado contra Jacobo Árbenz en Guatemala para evitar que se concretara cualquier intento de reforma agraria y se afectaran los intereses de compañías norteamericanas como la United Fruit Company que controlaba desde entonces grandes extensiones de tierra. El dominio imperialista originó un ascenso de la lucha del pueblo guatemalteco desde los años sesenta que enfrentó una represión selectiva y masiva con un saldo de más de 200,000 muertos; para anular los movimientos sociales, los militares formados en la Escuela de la Américas dirigieron la estrategia de Tierra Arrasada para suprimir la base social de las organizaciones armadas; con esta práctica impulsada por Estados Unidos fueron masacradas en los años ochenta poblaciones enteras en la llamada Franja Transversal Norte, región con yacimientos petroleros y minerales. El dictador Efraín Ríos Montt -títere del imperio- declararía refiriéndose a los habitantes de las comunidades: “si están con nosotros los vamos a alimentar, si no lo están los vamos a matar”.
En El Salvador la imposición de dictaduras militares por parte de Estados Unidos y de las compañías exportadoras de café y otros productos primarios condujo a una guerra civil que dejó entre 1980 y 1992 más de 75,000 muertos.
En Honduras como en otros países de América Latina han sido establecidas bases militares de Estados Unidos para controlar militarmente a la región; la primera en 1982 y una más en 2010 bajo el argumento de frenar el narcotráfico impulsado en realidad por el capital trasnacional para justificar la intervención militar. Desde Honduras, Estados Unidos organizó en los años ochenta la fuerza paramilitar de la contra nicaragüense. En 2009 tuvo lugar un golpe de Estado más, para suprimir cualquier gobierno con un mínimo tinte de independencia frente al imperio.
Guatemala, El salvador y Honduras constituyen una región ocupada por Estados Unidos, controlada económica, política y militarmente, en la que se ha impulsado un proceso de descomposición social que garantice el dominio imperialista en un contexto de creciente pobreza y violencia. Quienes emigran de estos países con la mirada hacia el norte buscan salir del abismo con el que se expresa para todos los pueblos oprimidos la crisis general del modo de producción capitalista; se dirigen -como los migrantes de África y Asia- a los centros imperialistas que han saqueado sus territorios y los han explotado históricamente. En busca de una alternativa a su situación, son atraídos a los polos en los que se ha concentrado la riqueza obtenida del sometimiento y el pillaje. El imperialismo, que ha originado el fenómeno migratorio, los condena; enfrentan el desprecio y el racismo, son parias de la tierra y no podrán abandonar esa condición aunque alcancen el destino que anhelan; la disolución de la opresión que enfrentan únicamente podrá ocurrir con la abolición de las relaciones de producción capitalistas que la engendran, con la revolución socialista y la dictadura del proletariado.