La violencia feminicida es un fenómeno que ha dejado huella en la vida de muchas mujeres, familias y toda la sociedad. En los últimos tiempos ésta ha incrementado considerablemente en el mundo, principalmente en países donde los niveles de violencia en general y violación a los derechos humanos es alto, un ejemplo de ello es México. En el país la violencia se exacerbo en el 2006 con la llamada “guerra contra el narcotráfico” que inició el gobierno del ex presidente Felipe Calderón. Este fenómeno hizo de la violencia algo cotidiano y a la que la población se acostumbró, al ver cadáveres, gente desollada y asesinada brutalmente en las calles. No obstante, en Ciudad Juárez se inició con una violencia expresiva sobre el cuerpo de las mujeres desde los años 90. De esta manera la violencia dejó de tener un fin instrumental para convertirse en comunicativa.

Recientemente Ingrid Escamilla fue cruelmente asesinada por su esposo al interior de su casa, en la alcaldía Gustavo. A. Madero, Ciudad de México.  Ella era originaria de Puebla, tenía 25 años y había egresado de la maestría en Administración de Empresas Turísticas en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Lo que conmocionó no fue el feminicidio de la joven, sino la manera en que su pareja la asesinó y la filtración negligente de fotografías que mostraban su cuerpo violentado. En un artículo titulado “El espectáculo de la violencia en el México actual”, Mariana Berlanga Gayón afirma: “las fotografías del feminicidio han contribuido a la naturalización del horror, al tiempo que dan cuenta de la reproducción de la impunidad en un Estado que ha dejado de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y que, en cambio, se ha coludido con el crimen organizado, en un contexto de reordenamiento y reconfiguración de la economía capitalista global.” La reproducción de la violencia a través de imágenes contribuye a la normalización de ésta, ya que la minimiza e impide que la población pueda exigir un alto al mostrarse como un fenómeno cotidiano. Además, el espectáculo de la violencia le muestra a la sociedad una realidad que es incuestionable, porque cuando las personas se sienten impotentes ante una realidad abrumadora se terminan adaptando a ella.

Por otra parte, la violencia feminicida está sustentada en un sistema desigual que se basa en la explotación y opresión de unos cuantos sobre la gran mayoría de la población: el capitalismo patriarcal. El ordenamiento de este sistema a nivel estructural ha tenido consecuencias directas en los índices de violencia que hoy enfrentamos. Rita Laura Segato explica que el feminicidio no nace únicamente por el odio hacia las mujeres, sino pone énfasis en la expresividad de los asesinatos, que se dan en dos ejes: horizontal y vertical. El primero hace referencia al mensaje que manda el asesino a su víctima y a sus pares, es decir, a las mujeres. El segundo tiene que ver con lo que el asesino expresa a otros hombres, su capacidad de violencia y poder; es la demostración de fuerza que un grupo tiene sobre otro. En otras palabras, no es a las mujeres a quienes necesita mostrarles su capacidad y su fuerza, sino a los hombres, para delimitar su territorio de dominación. Si lo contraponemos a la manera en que el mundo se configura, los asesinos vendrían a ser la expresión de los grandes capitalistas que controlan sus territorios, fabricas, y a la clase trabajadora. El feminicida al no tener bienes materiales que controlar, muestra su poder en el cuerpo de las mujeres. También, Segato afirma que la masculinidad y la pedagogía de la crueldad son parte de la violencia feminicida. Al ser la masculinidad una corporación a la que los hombres quieren ingresar, deben mostrar su capacidad violenta para formar parte; la cual se expresa en el cuerpo de las mujeres.

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Por PCMML

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