En América Latina y el Caribe, las economías de la región que se han destacado como las más grandes, incluso las llamadas emergentes, como Brasil, Argentina y México, arrastran problemas económicos que empiezan a expresarse como crisis económicas profundas, concentrando los índices de desigualdad más altos (Según el Índice de Desigualdad, Gini).
La situación no solo es continental, la crisis es mundial. En EE.UU., la crisis y pandemia no ha tocado fondo. Esta crisis no es como la están presentando los discursos oficiales, originada por la pandemia del Covid-19, es más bien una crisis cíclica capitalista agudizada por la pandemia. La crisis económica que padece el continente americano es endémica, no es exportada ni origina por factores como dicha enfermedad, esta ha surgido por la desacumulación acelerada de capital global, por la baja en la tasa de ganancia de los capitales en el mundo.
Según la Comisión Económica Para América latina y el Caribe (CEPAL), “está sera la caída del producto interno bruto (PIB): de -9,1% en 2020, con disminuciones de -9,4% en América del Sur, -8,4% en América Central y México y -7,9% para el Caribe excluyendo Guyana, cuyo fuerte crecimiento lleva al total subregional a una contracción menor (de -5,4%)”. Con lo que se espera que el nivel per cápita, por persona, bajará al tenido hace 10 años.
Está aumentando el desempleo e incrementando la pobreza y la diferenciación social. El número de desempleados pueden llegar a 13.5% a finales del año, es decir, que habrán 44.1 millones sin trabajo. Siguiendo el mismo informe de la CEPAL, 45.4 millones de personas estarán en “situación de pobreza” haciendo un total de 230.9 millones más de personas, esto representa el 37.7% de la población de la región. “el número de personas en situación de pobreza extrema se incrementaría en 28.5 millones, subiendo a un total de 96,2 millones de personas en 2020, cifra que equivale al 15.5% del total de la población”.
Frente a estas medidas la CEPAL recomienda medidas a implementar por los gobiernos, para “atenuar” los efectos de la crisis y para una “eventual reactivación” pasando por la “estabilidad microfinanciera”, estas medidas son: ingreso básico de emergencia, bono contra el hambre, apoyo a empresas y trabajadores en riesgo y fortalecer el papel de las instituciones financieras internacionales, que apoyen de mejor manera a los países en desgracia.
En esta situación, y que se prevé más grave para las condiciones de vida de los proletarios en los próximos meses, la pandemia ha sido utilizada para contener la respuesta de los hambrientos, de los confinados, de los enfermos que están sufriendo y seguirán padeciendo los males del capitalismo, para dispersar sus fuerzas, dividirlas y anular su acción por miedo o represión. Pero aun con este escenario de destrucción y de genocidio mundial del capitalismo-imperialismo, las masas trabajadoras han salido a las calles, con los riesgos a su salud, a exigir las elementales reivindicaciones, arrebatadas y anuladas por la patronal y sus gobiernos, que con el coronavirus han implementado mayores medidas de control y explotación de miles de millones que enfrentamos esta “Nueva Normalidad” capitalista, a la que hay que contraponerle la revolución proletaria.