La oligarquía financiera mundial, es la cumbre de la podredumbre del sistema capitalista-imperialista y su decadencia; no solo su riqueza lo muestra, riqueza que es arrancada y acumulada de los proletarios con la violencia descarnada con la que se la extraen, así lo muestra el reciente informe de Oxfam, información que no es nueva y que solo la confirman.
Dejemos en letra de Oxfam lo que se ha denunciado respecto a la infame vida parasitaria que desarrollan los que se sienten dueños del mundo, de cómo esto es el: “resultado de decisiones deliberadas: “la violencia económica” tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas. Las desigualdades contribuyen a la muerte, como mínimo una persona cada cuatro segundos”.
Ante esta vieja y cruda realidad que es propia del capitalismo y los capitalista, los patrones también conocidos como empresarios o burgueses, sobre todo los más grandes, nuevamente las soluciones que se plantean son la mimas y desgastadas: “reformar los modelos económicos, basada en la igualdad”, imponiéndoles pago de impuestos, realizar más en inversión pública, transformando las dinámicas de poder” dentro del mismo sistema. O sea cambiar para que haya continuidad, como también lo parafrasea López Obrador.
En estos momentos, estos mismos ricos, que no sacian su hambre canina de ganancias -como dijera Marx- desarrollan una guerra de rapiña en Ucrania, para repartirse violentamente los recursos de los pueblos. Que intervienen en varios países para destruir la resistencia, los movimientos de liberación, de independencia y, democrático-revolucionarios, en Palestina, Burkina Faso, Perú, Venezuela, Yemen, Nicaragua, Colombia, Brasil, Cuba,… etc., donde explotan y saquean los recursos, donde quieren recuperar los gobiernos que perdieron o van por lo que no han controlado.
Tan solo en la pasada crisis económica de finales de 2019, disfrazada como Pandemia del Covid-19 –“de medidas sanitarias” que fueron realmente una política de control y aniquilamiento de movimientos populares que se venían desarrollando en el mundo de manera creciente- solo resultaron beneficiados los capitales de las nuevas tecnologías, farmacéuticas (y últimamente la industria militar, porque también las farmacéuticas invierten en la guerra).
Según el Banco Mundial, en un reporte del año pasado, la pobreza aumentó durante y después de la llamada Pandemia del Covid-19, pero que también tuvo como causa el llamado cambio climático y los conflictos en diversos países, y además advierte que esta seguirá aumentando por lo menos hasta el 2030, de continuar con las crisis que ahora anuncian que ya viene. La guerra en Ucrania también está contribuyendo en incrementar y agudizar la pobreza, y no solo eso en devastar la existencia de todos de continuar la rapiña por el reparto del mundo entre las potencias.
Esta es la realidad del capitalismo en su fase imperialista, que padece la humanidad proletaria, la vileza de un sistema que algunos quieren seguir reformando –humanizándolo- para mantenerlo vivo, como hoy se hace artificialmente. No, desde hace tiempo y hoy lo vamos revolucionando los explotados y oprimidos para desaparecerlo. Mientras en Francia y Reino Unido los trabajadores salen a las calles rechazando más miseria.