Ningún país del mundo -así sean de los llamados progresistas o falsamente socialistas- han podido contener y menos solucionar el problema de la constante expulsión de personas de sus naciones, personas en calidad de fuerza de trabajo que en sus lugares de origen no ven asegurada su existencia.
En estos días se celebró el Día Internacional del Migrante, celebración que sólo produjo más declaraciones formales, de la ONU y gobiernos de diferentes países, como las que se han hecho, desde que se conmemora tal día, pero que tampoco resuelven o aminoran al grave problema de la migración.
Durante todo este periodo neoliberal, de más de 4 décadas, pero sobre todo en estos últimos años y particularmente este 2023, los desplazamientos internos de población y de un país a otro, se han incrementado y están provocando lo que han llamado crisis humanitarias, porque no tienen alimentos, abrigo, ni techo, además enfrentan la discriminación y rechazo con violencia en los lugares donde llegan; en lo general todos salen de sus países por querer mejorar sus condiciones miserables vida.
El destino de los migrantes son principalmente los países “más desarrollados”, que finalmente será para vivir en una condición de mayor esclavitud asalariada, porque trabajarán en iguales o peores condiciones por las cuales salieron de su país, que hasta la vida les sigue costando.
México padece una migración interna del campo hacia las principales ciudades del país, pero también expulsa hacia EE.UU. y de ser un país de tránsito se está convirtiendo en un país de estancia de miles de ellos (de Venezuela, Honduras, Guatemala, Ecuador, Haití y de otros países), de los que los capitalistas locales se aprovechan para abaratar su fuerza de trabajo y la de los proletarios mexicanos.
En ese sentido México está sirviendo a EE.UU., para “regular” la migración militarizando sus fronteras, recibiendo a los rechazados de ese país, estableciendo visas de tránsito o trabajo temporales, “respetando los derechos humanos” como autoproclama el régimen de la 4T -como sucedió en Chihuahua con el encierro y hacinamiento de los que murieron en el incendio- dejando en la impunidad a los perpetradores de estas violaciones.
En este contexto el imperialismo estadounidense está aprovechando la migración para sus próximas elecciones gubernamentales -siempre lo hace- para favorecer el genocidio en Palestina, la guerra en Ucrania y la desvalorización de la fuerza de la clase obrera estadounidense y extranjera, extrayéndole más plusvalía al conjunto. Así Biden o Trump con un contenido fascista abierto o encubiertos buscan controlar la fuerza económica y política que representan los migrantes, usándola de acuerdo a la coyuntura y a su estrategia imperialista.
López Obrador y la 4T han cedido y ceden a los intereses imperialistas estadounidenses, como lo hicieron los gobiernos anteriores, no sólo respecto a la migración, donde reunión a los países de la región americana para “ordenar” la migración y aplicar los programas sociales que desarrollan en México, así es con el TMEC y con la entrega del agua del Río Bravo, que ahora pretenden aumentar a la mitad de esta que están legalizando entregársela.
Eso de la soberanía y la buena vecindad entre México y EE.UU., es parte del populismo del actual régimen que usando el respaldo que tiene en parte del pueblo, López Obrador ejecuta las medidas neoliberales que los anteriores gobernantes les costó aplicar.
En el contexto mundial que vivimos, de crisis general del sistema capitalista-imperialista, de genocidio en Palestina y guerra en Ucrania, del encarecimiento de los alimentos, los energéticos y demás mercancías de consumo popular; y de proximidad a una nueva crisis económica mundial, no queda otro camino a los migrantes proletarios como a los pueblos del planeta que su unidad, organización y lucha contra los capitalistas-imperialista, para terminar con las causas de la expulsión, miseria y explotación de los proletarios migrantes y no migrantes, y poner fin a este estado de cosas a través de la revolución proletaria y el socialismo.