Hace poco se determinó que el 29 de septiembre es el Día Nacional del Maíz, a razón de que este cereal es fundamental en la alimentación de nuestro país. Sin embargo, lejos de ser un día de conmemoración o reconocimiento, es una oportunidad para pensar en el impacto de las políticas de la 4T o mejor dicho, sus planes en torno al campo.
México es centro de origen del maíz, existen aproximadamente 64 variedades que, sin romanticismo, son fuente alimenticia de los pueblos y comunidades indígenas y populares. Mismas que van en detrimento dado el avance de la agroindustria voraz que ha impuesto paquetes tecnológicos para el cultivo de híbridos e incluso de transgénicos.
Ligado a este cultivo, hay otros que se han denominado granos básicos, hacia los que se ha dirigido una buena parte de las políticas de soberanía y seguridad alimentaria del gobierno actual.
Hablamos del programa “Producción para el Bienestar” que plantea, con solo buenas intenciones, pasar de la producción de autoconsumo a una que genere excedentes para venta a través de métodos agroecológicos. En primera instancia queremos analizar a quién va dirigido, si bien el objetivo son los pequeños productores, lo cierto es que sólo está al alcance de los campesinos medios, ya que los primeros tienen que complementar esta actividad con otra que mejore sus ingresos económicos, por lo que es poco imaginable para ellos dar su tiempo para capacitaciones que poco innovan y solo resultan ser paliativos ante la crisis del campo.
Por otro lado, la incapacidad de ejecución con un reducido presupuesto, que a grandes rasgos denotan las posiciones opuestas en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, que mediante el Secretario favorece a la oligarquía de la agroindustria, con sus intereses en monopolizar el campo con los transgénicos y por otra, la idea del Subsecretario más apegada al populismo socialdemócrata, que romantiza la producción agrícola en México, con métodos que no repercuten en los campesinos pobres.
Y en medio de esto queda en la incertidumbre de la crisis capitalista, el campo en que se proletariza a los campesinos y desdibuja del horizonte su papel en la producción de alimentos, porque sigue siendo la burguesía agrícola el centro de atención para el gobierno. Así se sesgan los recursos para el norte del país forrado de monocultivos que no ayudan a las condiciones del planeta y mucho menos aportan a la nutrición de quienes consumen y producen el maíz, las mayorías empobrecidas.
De lo anterior se desprende que debemos estar atentos a la política oligárquica de la 4T en el campo, identificar que, a pesar de su discurso, los hechos distan de ser favorables para las mayorías. La soberanía alimentaria solo se conseguirá con la colectivización del campo por la vía de los campesinos organizados, que son los que por años han cuidado las semillas nativas, y no con las leyes burguesas por mejor que versen.