En menos de cuatro años del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), han desfilado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) tres funcionarios, dos de ellos, usaron este espacio como trampolín para catapultar su carrera política. Esteban Moctezuma Barragan, hoy embajador de México en Estados Unidos, fue operador de la mesa de diálogo entre la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE) y el presidente de la República; pactó con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para reforzar su programa “Aprende en Casa” utilizado como alternativa para la educación a distancia durante la pandemia, estrategia que precarizo más las condiciones laborales de los trabajadores de la educación.
Con el demagógico argumento de ser la “primera mujer y maestra” en ocupar este puesto, Delfina Gómez llegó a la Secretaria de Educación Pública (SEP) con el claro propósito de preparar su segunda candidatura para la gubernatura del estado de México. Durante su gestión, enfrentó la deserción de más de un millón de alumnos que no regresaron a clases después de la pandemia. Bajo el pretexto de superar el rezago educativo, impuso el alargamiento del calendario escolar para “recuperar los aprendizajes no alcanzados”, pero exigiendo las calificaciones mes y medio antes de concluir el ciclo escolar.
Con el argumento de la “austeridad republicana”, la autodenominada Cuarta Transformación (4T) redujo el presupuesto educativo y desapareció el programa Escuelas de Tiempo Completo; sólo la presión social por dejar a 3.6 millones de alumnos sin el beneficio de por lo menos una comida y el apoyo a maestros para sus tareas escolares, los obligó a echar atrás esta medida e incrustarla en su proyecto “la Escuela es nuestra”.
La atención al magisterio democrático nacional aglutinado en la CNTE fue mínima y sin respuestas favorables. Evidentemente, la prioridad de Delfina Gómez fue mantener la relación con los charros del SNTE con el objetivo de establecer acuerdos políticos para operar la maquinaria electoral en favor de su candidatura en el estado de México.
La última “aportación” de este personaje fue el Plan de Estudios 2022 donde, según la SEP, participaron más 300 mil personas, entre autoridades, maestros y padres de familia. Lo cierto es que, como en otros sexenios, jamás fueron consultados los verdaderos maestros frente a grupo.
Sustituyendo a Defina Gómez llega Leticia Ramírez Amaya, funcionaria con más de 23 años al servicio de los gobiernos de AMLO y solo 12 años como profesora frente a grupo. A este personaje le adjudican una militancia en la CNTE, donde en realidad fue expulsada en 1991 por sus posiciones electoreras.
Descontextualizada del ámbito educativo y sus necesidades, la actual secretaria de Educación Pública tiene la encomienda de imponer la propuesta curricular y mediatizar al magisterio democrático nacional cuya precariedad laboral se agudiza cada vez más. No está de más puntualizar que Marco Curricular del Plan de Estudios 2022 huele a plagio del proyecto alternativo de la CNTE que, desde hace años, ha impulsado teorías pedagogías orientadas a descolonizar el pensamiento para cuestionar la realidad y transformarla.
Todo lo anterior, demuestra el desinterés del gobierno de la 4T para atender los temas relacionados a la educación pública. Al igual que a sus antecesores, solo les interesa colocar en la SEP a quienes den continuidad a su proyecto político; lo importante, no son las credenciales como investigadora o especialista en educación, sino la lealtad política con el presidente de la República.
Al igual que hace 42 años, la CNTE no puede confiar en que, ahora sí, van a atender y resolver sus demandas. La táctica de movilización-negociación-movilización es más vigente que nunca y la Jornada de Lucha nacional del 13 de septiembre, representa el punto de partida de un nuevo período donde la unidad con los distintos referentes del movimiento popular tendrá que ser la constante en la ruta histórica por la democratización del sindicato, la educación y la vida nacional.